Para empezar, confesarle que su presencia me produce una serie de conflictos en el intelecto de los que no sé si seré capaz de expresárselo. Verá, mis recuerdos lo sitúan a usted colgado como una figurita más en el árbol, que de forma secundaria daba cobijo y sombra al Nacimiento. Y de eso ya hace años…
Cuarenta y más años, sí. Y durante estos cuarenta y tantos años, muchas cosas han cambiado. Y mientras los niños de entonces se volvían adultos, su presencia se hacía cada vez más cercana. Empezó a entrar en nuestros domicilios mediante la televisión, y acabó sentado a nuestra mesa.
También es verdad que no entró de pronto por la televisión y al año siguiente ya se quedara a compartir plato, pero todo ha tenido un proceso. Todo empezó con las películas emitidas en televisión, su cada vez mayor presencia en los grandes comercios, y de allí, a la calle. Y no precisamente a un ERE, sino que a la mismísima calle, al más puro estilo del apatrullando la ciudad de Torrente.
Y en la calle, y sobre todo de los centros comerciales de las ciudades, es donde se le encuentra en estas fechas. Cargado con sus bolsas repletas de caramelos y golosinas, y con su siempre presente campana, usted parece el Hamelin de nuestros días, guiándonos al consumo tan superfluo de estas fechas.
Hace más de una década que usted entró en mi hogar. Fue casi por necesidad o por imperativo legal, como diríamos hoy en día. Lo cierto es que desde aquellas fechas no ha habido año en el que usted hubiera faltado a su cita anual. También es cierto que en todas sus visitas –excepto en una– siempre ha aprovechado el momento en que me había ausentado de mi domicilio para venir a visitarnos. Y siempre –hay que decirlo– se ha mostrado generoso para con los míos.
No sé si habrá sido casualidad o premeditadas sus venidas en mis ausencias, pero este año le quería proponer que se ahorrara su venida. La crisis nos ha igualado a todos quienes vivimos de un sueldo y no vivimos de la política. Y aunque los pobres somos los más desfavorecidos de la sociedad, al ser ya muchos, pocos ricos se fijan ya en nosotros.
Y a eso iba. Mis recuerdos me devuelven a la realidad. O al revés. La actualidad me devuelve a los recuerdos de cuando era niño. Una sociedad pobre, de la que diríamos ahora que era en blanco y negro. Una sociedad en el que el consumismo no existía y sólo existía la alegría de aquella ilusión por el mero hecho de ser Navidad, del reencuentro del ausente, de comidas de familias, de... tener un Papá Noel colgado en el árbol de Navidad….
Pero eso tampoco sería solidario, lo reconozco. Uno, que es solidario por decreto, entiende que los comercios necesitan de su presencia. Los comercios y sobre todo los trabajadores que trabajan en ellos. Y aquí empiezan mis conflictos con el intelecto. ¿Por qué para ser solidarios con los trabajadores, antes debemos serlo con sus patronos?
Otra cosa que me produce conflicto es el color de su traje. Unos dicen que el original era verde, otros mantienen que su color es de Navidad. Y de su color, su origen. Muchos lo trasladan a las frías tierras de Laponia, aunque yo sigo pensando que viene de Estados Unidos y todo lo que ello significa. También es verdad que en los papeles filtrados por WikiLeaks aún no ha salido publicado nada de ello, pero ….
Y ya que estamos, ¿por qué no hace una UTE con los Reyes Magos? ¡Ah!, claro, lo de la solidaridad con los comerciantes…, perdón, con los trabajadores….
Bueno, y si a pesar de lo que le he dicho, aún insiste, pues bienvenido será, y ¡si viene cargado, pues mejor!