No está confirmada la presencia de Nicolás Sarkozy en Sant Lluís, no lo estará hasta el mismo día de autos dada la flexibilidad que sufren las agendas de los grandes mandatarios, subordinadas siempre a los acontecimientos imprevistos. Sin embargo, la idea es atractiva para el viajero y popular presidente galo y, por supuesto, para el pueblo menorquín que más relación conserva con la cultura francesa. Pepe Fuguet, un ilustre santlluïser, que fue alcalde de Artennay y consejero regional de Orleans, sabía desde su juventud libertaria que todos tenemos dos patrias, la propia y Francia. Él y tantos exiliados de la guerra civil lo comprobaron personalmente, la mayoría con fortuna. Ese orgullo que paseamos desde hace unos años sobre la ascendencia menorquina de Albert Camus también toma su origen en Sant Lluís. Algunas sociedades culturales francesas con raíces en Argel conservan lazos y en más de una ocasión han organizado viajes al pueblo de sus antepasados. Los vínculos son abundantes y tienen naturaleza de historia, de sangre, de cultura, de añoranza, suficientes para organizar unas jornadas de recorrido por episodios y abrazos de hermandad entre un pueblo concreto, blanco y mediterráneo, y un pueblo abstracto, grande y continental, La France. Sino Carretero, por si acaso, ya ha aprendido a decir: "Bienvenu, monsieur le president".
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