Más vale tarde que nunca. El refrán le viene como anillo al dedo al apaño del viejo Hospital Militar de Maó, una lona gigantesca, con imágenes de bienvenida al municipio, que cubre su fachada principal. Mucho mejor, desde luego, que observar día tras día el ruinoso edificio, una mirada devuelta a los transeúntes desde las pintadas y las ventanas rotas, cuencas vacías de un inmueble que, con los años y el abandono, se ha convertido en una vergüenza para la ciudad.
Y es verdad que el actual alcalde heredó el problema, y que ahora por lo menos llegará a las elecciones con este fiambre urbanístico cubierto por bellas fotos, pero es inevitable cuestionarse por qué se ha tardado tanto tiempo en actuar. Hay cosas que son más complejas de lo que parece. Esa fue la escueta explicación del gerente de la empresa propietaria cuando se le preguntó por el retraso; han pasado nada menos que ocho años desde que se adquirió el hospital, y en 2003 la crisis no llenaba ningún titular de prensa. También parece demasiado que, al final, sea la Fundació Destí, o sea dinero público, la que patrocine la lona, y que la responsabilidad privada acabe siendo de todos. Esperemos que la solución sea efectivamente temporal, y que el lustroso 'welcome' no acabe descolorido y hecho un harapo dentro de ocho años más.