Con estas palabras el alcalde de nuestra ciudad D. J. Sancho iniciaba la bienvenida a la reina de España, y así continuaba:
"Bienvenida seáis, Reina y Señora, en vuestra muy leal Isla de Menorca. El cielo premie en Vos y en nuestra Augusta y querida familia, cuanto como lo desean estos fieles habitantes, la hora y favor que les dispenséis pisando su sueldo clásico de la honradez y laboriosidad. ¡Salud a la reina, segunda Isabel de Castilla! Salud a su preclara descendencia.
Aquí señora, no veréis la vida y movimiento de las ciudades continentales, menos aun podréis admirar los adelantos que en lo que lleváis de reinado, han conseguido en más o menos grado todos los pueblos de la península. Tampoco podréis ser hospedada de una manera digna de vuestro rango, tal cual merecéis y quisieran los mahoneses y todos los menorquines entusiasmados hoy con vuestra presencia, pero en cambio podéis contar con que cada habitante es un leal servidor del trono que habéis engrandecido, un idólatra de vuestra gloria y de la de su madre patria, un admirador de vuestras e inminentes virtudes. ¡Sí señora ¡ los menorquines reconocen en V. M. al mismo tiempo que a su Magnánima Soberana, que no perdona medio ni ocasión de enaltecer la corona de Castilla, a la benéfica, la piadosa madre que sabe llevar el consuelo a los pueblos, a las familias a todos partes donde existe tribulación, donde se vierten lágrimas donde es menester protección y amparo.
Aceptad, pues, excelsa reina Isabel manifestación del amor y respeto con que os saludan entusiasmados los hijos de Menorca, vuestros mas rendidos súbditos.
Y cuando os hayáis restituido a vuestra regia morada, lejos de esta tierra que forma parte de vuestra Monarquía, acordaos, os lo pedimos con todo encarecimiento, que en medio del Mediterráneo existe un punto, y dentro de este punto una ciudad con un puerto, que por sus privilegiadas circunstancias puede acaso algún día proporcionar a la noble España y a sus Monarcas, mucha gloria, mucha honra, mucho provecho".
A continuación, se unieron las voces para ofrecerle a la reina el Himno de la ciudad de Mahón:
"Nuestra voz es la voz de alegría / Eco fiel de un leal corazón / Que celebra las glorias del día / El más bello y feliz de Mahón". (Este es el estribillo, de una hermosa canción escrita por José Hospitaler, dedicada a la reina con motivo de la inauguración de la Fortaleza de la Mola).
Dos días antes de tan fausto acontecimiento para los mahoneses como representaba recibir la visita de Isabel II, lo hacían a bordo del Mallorquín, los siguientes personajes. Señor Gobernador civil, el Excelentísimo Capitán general, el general Hediguer, los señores diputados provinciales, señores Reus, Socías, Ferrer, Ripio, Roselló, Comasema, Vicepresidente del consejo señor Amer, consejero provincial señor Dezcallar, regente, magistrados, señores Campaner y Arjona, arquitecto provincial señor Sureda.
Los paisanos dedicados a la lectura de la prensa insular, no tenien altra feina que enterar-se de lo que duia es diari. Sorprendiendo el anuncio referido a las señoras que debían acudir al besamanos, advirtiendo que la asistencia sería de vestido redondo, manga corta y escotado. (Aclarar lo del vestido redondo. Venía a ser lo que en nuestra lengua, diríamos un vestit estufat. Se lograba, gracias al miriñaque que confería a las delgaduchas la pretensión que tenien popes, lográndose a base de varios faldones almidonados, amén de la incomoda faldilla de glasé.
Me las imagino totes ben estufades, escotadas y con sus cortas mangas afaroladas, haciendo cola en la escalinata del palacio del gobernador como llamaban a cas general. El salón del trono de gom a gom, mientras la opulenta Isabelita recibía besitos de las señoras y muchachas de aquel Mahón de dulce recuerdo. Lo del dulce lo digo en plan enfoton. La calle, repleta de gentes llegados de todos los pueblos, sa fam se'ls fotia. Y a mí me queda la gran incógnita, la pregunta del año, que no la he encontrado ni en el libro de Petete. La mayoría de ellos acérrimos republicanos, es curioso y sorprendente que acudieran a vitorear con tanta pasión a la soberana. No, no todos acudieron, las tabernas, me refiero a las que continuaban instaladas en los sótanos, las que subieron, a ras de calle, fueron las pioneras de lo que a finales de 1900 se convirtieron en bares y cafés, al estilo Madrid y Barcelona, sinónimos de modernidad. Aquellas, las instaladas entre bóvedas y viejas escalinatas al amparo de velones y llums amb cruies, eran los ateneos de los auténticos padres de la república de la isla. Me imagino a los viejos zapateros y herreros también, sonando guitarra acompañados de bandurria y guitarró cantando coplas alusivas al despilfarro y derroche por demás del ayuntamiento mahonés, añadiendo a los despilfarradores militares y los señores de lloc que malpagaban a su servidumbre y por el contrario, con la llegada de los soberanos van tirar sa casa per sa finestra. Mientras otros muchos van treure es peus des llençol. Se les presentaba el gran momento de poder sacar a la calle en plan de exhibición, a sus hijas las casaderas, las que habían demostrado a sus padres, lo difícil que se les presentaba subir los escalones de las iglesias, vestidas de novia.
Es de suponer, que alguno de aquellos militares, se vio seducido por alguna paisana nuestra, lo ignoro pero no descarto la posibilidad de comprobarlo…
Es emocionante, leer la historia y observar que la reina Isabel no había llegado a Madrid y en las casas consistoriales se encontraba una gran exposición de cosas de valor y también muchos trastos para vender en es qui volgués. La lista es tan larga que tan solo me limitaré a describir algunos de los enseres que habían sido mudos espectadores de la venida de SS.MM. Como por ejemplo: Todas las maderas usadas para entarimados, postes que habían sido enclaves en las calles para soportar guirnaldas y luces. Banderas a montones, telas de todos los colores imaginables, unas habían servido como manteles, otras para cubrir los entarimados, cubriendo paredes y balcones, soportando escudos reales, adornos florales que para nada debían servir a no ser a la espera del carnaval. Mesas, almohadones, crespones. Lo que no se encuentran entre la lista, son utensilios de menaje, para ello se encontraban varias tiendas especializadas y que los de mi edad hemos conocido, hasta bien entrados los años cincuenta del pasado siglo. Sillas, tampoco había ninguna ya que de siempre el alquiler de las mismas corrió a cargo de la casa de Beneficencia, La Misericordia.
Acabado el besamanos, pasar al comedor i fer un xubec. La soberana subió de nuevo a su falúa, la que aceptó tan pronto se le indicó era el regalo del ayuntamiento mahonés, esperando pudiera recorrer el Duero junto a su extensa familia. Y ya que hablo de aquella ilustre embarcación, es preciso haga otra aclaración, que lamentablemente se ha venido repitiendo erróneamente. Se trata del mascarón de proa, el rimbombante león, que en el librito editado por una acreditada imprenta ciudadelana daba por bueno que había sido realizado por el escultor Francisco Olives, personaje destacado en aquellos momentos en labores del Teatro Principal de Mahón. Repitió el mismo equívoco Llabrés Bernal, entre otros. Hoy puedo decir con toda seguridad, que su realizador fue D. Francisco Ponsetí, que disponía de un taller de carpintería y escultura, en la plaza del Carmen nº 6, frente la puerta lateral de la Iglesia del Carmen.
Así es como puedo repetir una vez mas lo que los historiadores, no todos pero sí muchos de ellos, trabajan unos encima de otros, hasta incluso el último libro publicado no hace mucho de los maestros de ribera se dejó llevar por el consabido error.
Los interesados en el tema tomen buena nota de dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios, el león lo esculpió don Francisco Ponsetí, del cual muy pronto me ocuparé.
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