Afectuosa intención. La foto la manda uno de los más leales voluntarios que circulan por la Isla del Rey: José Muñoz. Sencillamente dice: "Estos son Juan, el rumano que vino de los Cárpatos, cristiano ortodoxo y Sofiam, magrebí (moro) musulmán que siempre sonríe, dos de los operarios de Conrado que han terminado la bóveda 16". Forman parte del grupo de operarios de la empresa de San Luis, no nacidos en Menorca y a los que queremos por su trato, su educación, su sentido de la responsabilidad y su trabajo. Podríamos referirnos a otros, pero José Muñoz los incluye positivamente en nuestra particular "alianza de civilizaciones". Entre el resto hay mauritanos, argentinos y menorquines, catalanes, valencianos y andaluces, españoles. Variopinta mezcla para un común esfuerzo. Y cuando hablo de esfuerzo hablo de una obra sin más electricidad que la que proporcionan unos viejos grupos electrógenos, por tanto sin grúas ni otras ayudas modernas. Cada pieza de "marès" que nos llega de la cantera de Ciutadella debe ser transportada en barca -nos han fallado los helicópteros este año, debido a la crisis- y hay que subirla a la torre o al tejado con indiscutible esfuerzo. Si reponemos vigas hacen falta mínimamente catorce personas arrimando el hombro y todos a una. Es decir que no hablo del trabajo en un piso piloto de la Avenida de Ronda. Y todo se hace organizadamente, sin roces, sin perder el respeto, sonriendo. ¡Es la magia de la Isla del Rey a la que se refería recientemente nuestro guarda Bep Prim.!
Podríamos contar muchas cosas de ellos. Una es muy significativa. Andaba peleando nuestra arquitecta Isabel Espiau con sus planos, para ver el tiro de las chimeneas -que queremos recomponer, porque este era un hospital con calefacción en el siglo XVIII- cuando un día comprobamos que en la bóveda en la que se cambian y descansan los operarios, chirriaban fritos y aceites. Sobre unas brasas, con el tiro perfecto, se freían unos originales pinchos morunos. Sobre la mesa había jamón y unas croquetas rumanas. Todos eran todo, todo era de todos. Enseguida informamos a Isabel: "Sin novedad; el tiro de las chimeneas ya se ha probado satisfactoriamente". Los de la "alianza" se habían dejado de planos y de leches y habían recompuesto el servicio.
¡Juan, Sofiam, todos los demás, gracias por formar parte importante del alma de la Isla del Rey a la que con vuestro esfuerzo rescatáis! ¡Pedimos perdón porque no supimos conservar lo que recibimos de nuestros abuelos, pero nos alegramos de que ahora os proporcione un trabajo digno en esta tierra de acogida!