Nuestra ciudad vivía a costa de los dimes y diretes de unos y otros. Los monárquicos y los republicanos, de esta manera las cosas no fallaban. De tener por vecino alguien que no defendiera la misma bandera, con su doctrina y sus ideales, malament, Perico.
Las barandillas o miradores, ocupadas por los ancianos, tullidos que n'hi havia molts, principalmente los que trabajaron años atrás en los telares de la fabrica de tejidos de cala Figuera, con la particularidad que la mayoría de ellos eran residentes de Villacarlos.
Siempre había un motivo para ir a dar un vistazo a baixamar. Vapores, veleros y escuadras que iban y venían. En aquella ocasión, el chafardeo era diferente, se desembarcaba un gran motor marino, de 30 HP (caballos) fabricado en la prestigiosa fábrica barcelonesa Hispano Suiza. Los mecánicos de la época comentaban se trataba de un último modelo. Su propietario, Narciso Mercadal, buen navegante y enamorado del mar, se había trasladado a Barcelona para comprarlo con motivo de colocarlo en la balandra que le construían en La Nou Pinya. En la primavera de aquel mismo año, se instaló un motor de 6 HP en el laúd Concepción del mismo propietario. Entre los maestros de ribera y los talleres mecánicos se le alababa i molt, daba trabajo y a la vez agradecía lo que iba encargando a unos y a otros.
El día de la inauguración va anar gruixat, se repartió aguardiente y galletas al estilo Dineret que tanta buena fama dieron a los mahoneses, al igual que las llamadas de Lo.
Una vez, siendo niña, en la cola de la Trasmediterránea de la Vía Layetana, alguien de la cola preguntó a mi familia si continuaban haciéndose las deliciosas galletas des Dineret. Lamentándolo mucho se les informó habían dejado de hacerse, por el contrario en Alayor continuaban con las que llevaban el nombre de la ciudad. Una lástima que no se haya respetado la antigua receta, las actuales nada tienen que ver con las mismas.
Mientras tanto, la nave de Obras de Puerto que se encontraba en baixamar, ofrecía trabajo a muchos jornaleros. El pequeño almacén que no reunía ni de espacio ni de condiciones para guardar las herramientas, se vio favorecido por parte del Ayuntamiento, concediéndole permiso subiendo una pared de sillares de 2 metros de altura por 30 de extensión, en el sitio conocido por la Consigna situada en el muelle. Frente aquel lugar, se instaló la grúa muy cerca de la misma, se encontraban depositados varias boyas y demás efectos que no cabían en el almacén. Felicitando a los responsables de la ampliación debido a que poco a poco el rincón de la Consigna, dejaría de ser el vertedero del muelle, esto era la imagen que ofrecía, dando la sensación de un estercolero, por su suciedad y amontonamiento de trastos inútiles. Observándose colque ratota ben grossa.
La primavera de 1920 salieron dos bandos muy importantes. El alguacil con el bastón de mando y el niño de turno, elegido en la Casa de Misericordia, con su tamboril, iban cruzando la ciudad con sus correspondientes paradas en las esquinas. Aquel martes la gente escuchó cómo leía, fuerte, con voz de tenor lo que continuación copio para ustedes:
"Se hace saber, que con arreglo a lo dispuesto, desde el 1º de Mayo al 30 de Septiembre queda establecida la veda de mariscos y venta de los mismos.
Los contraventores sufrirán las penas que señala el citado articulo, alcanzando tanto al pescador como al vendedor.
Se hace saber que en cumplimiento a lo dispuesto en reglamento de pescas sobre vedas, desde el día 1º de mayo a 30 de septiembre queda prohibida la pesca del Bou en aguas de esta isla".
Mientras, regresaba a Ciudadela, para posesionarse nuevamente de la Comandancia de marina de aquel trozo, don Lorenzo Buils.
Una gran tragedia se notificaba por medio de la prensa, nada se sabía en Ciudadela de la suerte que habría corrido el pailebot de aquella matrícula "Paquete Ciudadelano", que había salido el 15 de Marzo de Melilla con rumbo a Barcelona con carga general, suponiéndose le alcanzó un fuerte temporal que le hizo naufragar.
Un anuncio a dos columnas, hacia saber a los lectores del diario republicano, que el pailebot a motor "Los Amigos" se dedicaba a los viajes regulares para lo que quedaba de mes y el próximo mayo.
Salidas de Mahón para Barcelona. Todos los sábados. Admitía carga. Lo despachaban en Barcelona, D. Francisco Arguimbau, calle Mª. Cristina 5. En Palma, los señores sucesores de B. Estela, calle Marina 72. En Mahón, don Juan B. Taltavull, Rampa de la Abundancia.
Para este lunes, disponía de varios temas relacionados con el puerto mahonés, pero debo dejarlo, la inspiración me falla fa figa, dándome la sensación de que el teclado de mi ordenador no me responde a mis demandas. Nada extraño. No puedo ni debo continuar sin haber dedicado unas líneas a un ciudadelano ejemplar, al que admiraba y que en muy pocas ocasiones se lo comuniqué. La última vez que hablamos fue el pasado invierno en la Biblioteca Pública de Can Mercadal. Casi siempre se sentaba en la misma mesa con su amigo el reverendo Florenci Sastre. Nos saludábamos i poca cosa més, los dos íbamos a por faena y el silencio del lugar, no permitía de charlas ni amenidades que a buen seguro a ambos tanto nos hubiera complacido divagar.
Y tal como he dicho otras veces, el periódico "Menorca" es el amigo mañanero por excelencia, pero lamentablemente en ocasiones sus noticias te desmoronan para el resto de la jornada, esto precisamente es lo que me sucedió al leer la esquela que iba dedicada a Antonio Picó Vivó. Lo sentí en el alma, entre otras muchas razones, su edad molt bona per viure molts d'anys. Porque junto al maestro Deseado Mercadal Bagur, hicieron vivir y vibrar al de las motoras de La Mola.
Picó dio a conocer la Ciudadela marítima, que muchos desconocían y gracias a su esfuerzo intelectual, su pasión por nuestras cosas, la fue recopilando, algo que los menorquines jamás le podremos corresponder. Sus datos, sus fotografías, su manera exacta y humilde te embarcaban en vetustos pailebots. El "Nueva Estrella", el "Flor del Mar", el "Africano" y otros tantos que si bien yo no conocí, mi padre que hizo la vida en el mar y fue buen amigo de patrones, motoristas, marineros y cuanto tuviera que ver en el tema, mientras leía me iba describiendo datos de los mismos. El último año de su vida, sobre su mesa camilla tan solo se encontraban, los libros de Antonio Picó, el último de Deseado, el "Menorca" del día, el Cristo que en 1960 le regaló su amigo y consejero espiritual D. Vicente Macián, sobre una estampa de la Virgen del Carmen, que le entregó su madre cuando marcho a estudiar a la Aeronáutica Naval.
Reciban familiares y amigos de Antonio Picó mi más sentido pésame. Difícil es, por no decir imposible, encontrar otro articulista que lo pueda suplir, los amantes de la navegación quedamos huérfanos de su sabiduría, a no dudar la virgen marinera lo transporto en sa barqueta sense calafatar, en la cual tan solo reciben estos honores los grandes marinos.
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