Los "indignados" catalanes se pasaron ampliamente en su acto de protesta contra los diputados del Parlamento. Les rociaron con spray rojo, les empujaron, les escupieron, todo para evitar que accedieran al pleno donde se iban a aprobar, con los votos de CiU y el apoyo del PP, unos presupuestos con más recortes sociales.
Salvo Artur Mas y su vicepresidenta que llegaron en helicóptero (para evitar acusaciones de privilegio ofreció al líder de la oposición, el socialista Joaquín Nadal, idéntico medio de transporte), el resto de los diputados autonómicos sufrieron las vejaciones de los más de tres mil manifestantes.
Una vez dentro del Parlamento el presidente de la Generalitat calificó de "intolerable" la violencia en la calle. Seguramente se le había olvidado que su Gobierno tiene transferidas las competencias en materia de orden público y que es su policía, los "mossos", la responsable de evitar el oprobio de los representantes de los ciudadanos.
Todo estaba previsto por los manifestantes desde la tarde anterior. Incluso se cerró el parque de la Ciudadela, no se dejó acampar a nadie y se intentó negociar con los "indignados". No lo aceptaron, por lo que lo lógico hubiera sido pedir refuerzos a la Guardia Urbana.
El consejero de Interior, Puig, que días antes había decidido el desalojo de la Plaza de Cataluña por motivos tan pueriles como el de la limpieza urbana, no se atrevió a ordenar más contundencia policial. Las decenas de heridos con las que se saldo tal desalojo le han convertido en la bestia negra del movimiento 15M, además de las críticas que le han llovido por doquier.
Pero, si la orden de sacar a los acampados fue una imprudente equivocación, permitir el espectáculo del escarnio de los representantes de la ciudadanía merece una dimisión.
En cuanto a la actuación de los enfurecidos jóvenes, conviene recordar que los parlamentarios que ayer llegaron vapuleados o en furgones policiales al Parlamento han sido elegidos en las urnas, democráticamente, por sus conciudadanos. Que Joan Herrera de ICV, al que arrojaron mondas de plátano, asistía para votar no a los presupuestos que denostan. También se iba a oponer la ex consejera de Justicia, Montserrat Tura, a la que pintaron una cruz negra sobre la gabardina que cubría su espalda.
Curiosamente, todos recibieron el mismo "castigo". Ningún manifestante pidió explicaciones sobre el pacto "contra natura", que consiste en que un partido nacionalista, como CiU, saque adelante sus presupuestos con los votos de un partido, el PP, que presentó ante el Constitucional un recurso para cargarse la reforma del estatuto de Cataluña. ¿Ya se ha olvidado la campaña de petición de votos para que no se rompiera España?