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Cuatro largos y tediosos meses de campaña electoral

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Desde hacia algo así como más de un año, el señor Rajoy no abría la boca para soltarnos una homilía política donde no acabara el hombre pidiéndole a Zapatero que disolviera las cámaras y convocara elecciones. Que en eso de ser reiterativo, tuvo de donde aprender pues al señor Aznar le funcionó aquello de "márchese señor González". Hasta puede que sea verdad lo de "el que la sigue la consigue".

Zapatero estaba ya a muy a malas con la cacofonía de todos aquellos que, teniendo algo que decir, al principio o al final le hacían un coro al señor Rajoy. ¡Bueno! Pues nada, ¡aleluya!, ya tenemos fecha para las elecciones, el 20 de noviembre. Mira tú que también son ganas de enredar o de querer recuperar in extremis la memoria histórica, como si no hubiera en todo el calendario día más inoportuno que el 20 de noviembre. Lo de Zapatero es aquello de "genio y figura hasta la sepultura".

El otro día, más en puridad tal que ayer mismo, me miraba yo así como con ojos de psicólogo, el barbado semblante del señor candidato a la Moncloa, señor Rajoy y sin escatimar tiempo en el análisis, concluí que de pronto, en un pis pas, a este hombre se le ha cambiado el semblante. Un semblante el suyo hecho de esperas y paciencias, en el tedioso esperar el anhelado amanecer monclovita. Con todo y con eso, siempre ha tenido Rajoy tiempo para la sonrisa socarrona, la frase intrigante "puede que sí…o no" de un gallego forjado en el resiste y vencerás. Todo y que en la última encuesta del CIS ha resultado que a Alfredo Pérez Rubalcaba le dan un 4,62; a Carme Chacón un 4,62; a Rosa Aguilar, un 4,15; a Josep Durán i Lleida, 4,02; a Rosa Díez un 3,95; a Mariano Rajoy un 3,58. Una valoración que no es precisamente para tirar cohetes, que cayendo la que está cayendo, a Zapatero le dan un 3,47. Observarán que ninguno llega al aprobado y sobre todo lo lejos que están Rajoy y Zapatero, que en eso de la valoración del votante van los dos a la par, cogiditos de la mano. Lo preocupante es que el que viene (léase Rajoy), anda en la estimación del electorado igual o casi igual que el que se va (léase señor Zapatero). Vistas así las cosas, no me extraña que Rajoy tenga el gesto "como de acelga pocha" o quizá todo sea que cuando por fin eso de las elecciones está ya marcado en el calendario, Rajoy ha caído en la cuenta de aquellas sabidurías que nos avisan diciéndonos que cuando nos den lo que pedimos, tendremos más preocupaciones de las que teníamos antes. Y en el caso de Rajoy, ni les cuento, cuando de pronto descubra lo que va de "predicar a dar trigo". Cuando los días vayan pasando y note en sus carnes de presidente la impotencia ante problemas que él ha criticado a los demás durante ocho años, y que él tampoco va a poder solucionar. Aunque antes sólo sea por cuestión de un formulismo al uso, Rajoy tiene que pasar el fielato de las urnas, tiene que ganar las elecciones del 20 de noviembre y tener siempre presente en el horizonte las malas cosas por venir, que no es la primera vez que con todo ganado se ha encontrado con todo por ganar.

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