No hay ningún medio de comunicación que estos días no trate el tema de la economía; un fenómeno que tiene un sí es no es de virtual y un mucho de estar dominada por la especulación más infumable y un pánico incontrolable.
Tanto España como Italia han estado, y presumiblemente seguirán estando, a merced de lo que les pase a otros, sobre todo a EEUU, de donde emanan los principios de la crisis actual. Fíjense que el todo poderoso país ha estado a las puertas mismas de no poder pagar las nóminas, lo que le situaba en la pura y dura quiebra. In extremis "salvaron los muebles". Total, todo consistía en que el gobierno estadounidense obtuviera permiso de sus senadores para poder endeudarse un poco más de lo que ya está. Permiso que, por ejemplo, sin que se escribiera un solo renglón, obtuvo el presidente Bush en siete ocasiones. Y si la memoria no me falla, Nixon 17 veces. Pero por lo visto, a Obama no se lo ponen tan fácil.
La semana pasada tuvieron las bolsas europeas, incluso otras fuera de Europa, lo que se ha dado por llamar "un lunes negro", tan negro, a decir verdad, como lo cataplines de un grillo. Y todo porque en una mala dada rueda de prensa, a Jean- Chaude Trichet no le dio la gana decir con claridad que el Banco Central Europeo (BCE) iba a comprar deuda italiana y española, como una manera de contener las especulaciones, sobre todo las que provienen de estos modernos y extraños organismos de las agencias financieras de calificación, que van soltando vaticinios de flaquezas económicas de éste y aquel país con tan poco miramiento como quien desparrama estiércol por doquier. La Standard & Poor's (S&P) Moody's y Fitch, fíjense qué fracaso de economistas tienen que dos días antes de que quebrase Lehman Brothers, la calificaron con valoración AA (un homenaje a la estupidez bursátil).
Como les decía, el hermético señor Trichet no se aclaró y eso bastó para que de inmediato las bolsas se dieran un "meneo" a la baja, a sí mismas, escurriendo los bolsillos de toda esa "familia de especuladores" que juegan sus caudales en un juego cuyas premisas son ganar el máximo y huir como de la quema apenas ven en el horizonte algo que pueda perturbar sus intereses. Un juego peligroso porque en cuestión de minutos, de los 10 millones de pesetas, pongo por caso, que un jugador tenga depositado en un papel, puede encontrarse que le han desaparecido 3 millones o más. Y vete tú a buscar a dónde han ido a parar.
Los atrevidos de la economía global vaticinan una segunda recesión. A mi entender, eso de segunda recesión sería, en puridad, una segunda crisis, aunque tampoco es una afirmación exacta. No hay recesión, lo que sí hay y en cantidad, son los efectos perversos de una crisis mucho más terrible de lo que los expertos de pacotilla han vaticinado.
La crisis empieza en el desastre de la banca americana, y en ella seguimos. Aumentada la crisis, eso sí, como consecuencia de un cúmulo de pésima gestión financiera y unas enquistadas "alegrías" de un despilfarro político monumental. Baste mirar por ejemplo lo de los políticos griegos. ¿Sabían ustedes que cada diputado de aquel gobierno tenía chófer y coche oficial? Luego extraña que pase lo que pasa. En la portada del "Diari 3" de agosto se dice que "el Consell debe 40 millones a los bancos y 4,5 a proveedores". Total, unos 7.345 millones de pesetas. ¿Saben cómo está el Consell de Palma de Mallorca?, ¿y las farmacias que llevan meses sin ver un euro de la Administración? Créanme, no hay recesión que valga, lo que estamos es en plena crisis, una crisis cuyas consecuencias pueden aún empeorar y que además durará muchos años.