Las mañanas de mi tienda no tienen desperdicio. Ella, na cadireta coixa, es una zalamera de mucho cuidado. A pesar de sus años de más, sus kilos de más, su colesterol de más, y cuantos demases quieran añadir, con su buen humor, con su simpatía, haciendo reír a su público, animándolo, siempre en positivo, evitando habladurías de mal gusto, conduciendo la charla por derroteros agradables, debiéndole agradecer despida a sus parroquianos con una frase inédita de Guideta, Bon dia que Déu quedi amb noltros.
Es curioso, amén de la cantidad de grandes superficies, no le fallan los mañaneros, en busca del pan de cada día recién elaborado, amasado en la noche, recibiendo la forma redonda o alargada por las propias manos del panadero, depositado sobre la tabla de hornear. Huyendo del congelado o del precocinado, tan apetitoso recién hecho, convirtiéndose en auténtico chicle poco después.
Al entrar en mi tienda, se topa con estos aromas tan agradables, y tan difíciles de identificar. Mezcla de frutas, hortalizas, cereales, productos de limpieza, jabones de tocador, como llamábamos, y que ignoro como se dirán en la actualidad. Me encanta el cesto lleno de ensaimadas y las palanganas, unas con croisans, otras amontonando panecillos con azúcar y sus ditades. Sobre el mostrador cerca de las balanzas con sus doradas pesas, varios panecillos conocidos como llonguets. Me encandila, viéndola llenar las lecheras, la maña y ligereza a la hora de coger de la tina la leche que suministra a granel, la que Sanidad se ha empeñado en prohibir su venta, alegando ser dañina para la salud… Como dice el fielatero, esto no se lo cree ni el propio ministro de Sanidad. Imposible sea mejor la envasada en frascos de plástico o cajas de cartón, como los zapatos. Todos hemos contemplado amontonadas infinidad de cajas conteniendo este alimento, expuestas al sol en espera de ser embarcadas o de ser distribuidas en los almacenes donde se venden. Señores, toda una vida de beberla, de comer queso fresco, requesón, mantequilla, roas y cuantas cosas más, y todos tan sanos, tan felices y contentos. Digo mal, imposible escribir que todos tan contentos. ¿Cómo íbamos a sentirnos viendo como la leche hervía, saltándose el límite del cuece leches desparramándose sobre la cocina, con lo difícil que resultaba aquella limpieza, pegajosa y mal oliente? A vam què farem.
Estos días, el tema gira sobre las fiestas y me veo obligada a agradecer públicamente al igual como ya hice hace años, al acusar a la oposición no hubieran sido capaces no arremeter contra los apoltronados, nunca tan bien dicho del PSOE, desde que habían eliminado los titulares de fiestas de Nuestra Señora de Gracia. Las felicitaciones que recibí, fueron… ya se pueden imaginar; pero tal como dije por medio de la prensa fueron infinidad, todas ellas por lo bajini, a media voz, por teléfono, a media luz, ni uno fue lo suficientemente xulo para escribir en el Menorca, fue luego más tarde años venideros, incluso pretendiendo ser el padre de la cosa. ¡Da igual ¡ no pretendo presumir, ni hacer alarde de mi más que demostrada valentía! Soy lo suficiente mayor para hacerlo, además no miento, para ello están las hemerotecas.
Lo que me duele, es que los mahoneses continúen en la misma línea, ya en el siglo XXI, sinónimo de prosperidad, avance, desempleo, crisis en todos los ámbitos, las felicitaciones se me han vuelto a amontonar a través de internet , ninguna en la prensa, aviniéndose con esta servidora, como nuestro Ayuntamiento ha podido olvidarse de Ismael Pons Tena. Excelente barítono, excelente y admirado mahonés, merecedor de ser pregonero y mucho más. Decir que a cuantos han tenido el detalle de ponerse en contacto, les he dado la lista de doce mahoneses para mi idóneos en representarnos, tan solo se encuentra un cantante el ya aludido más arriba, y dos mujeres de excepción, ambas funcionarias, una en el mundo administrativo y la segunda maestra nacional, ambas con el listón dalt de tot. Los otros nueve, todos ellos varones de oficios diversos, ahí están en mi archivo.
Después hablan de la era "ni-ni, cuando los jubilados podríamos hablar de la "no-no".
El tema de las semanas previas a las fiestas de nuestra señora la Virgen de Gracia, van en torno preguntándonos unas a otras, si este año vendrá de fuera algún pariente o amigo. Por supuesto que no. Las fiestas para los mayores han dejado de tener sentido, resultando aburridas y faltas de interés, digo esto ya que antaño, los mayores se sentaban en los diferentes bares (hoy sucursales bancarias), tapeando, feien rodades. Viendo el paso de la gente. Aquella Ravaleta y calle Nueva, bullanguera y animada, ahora al llegar las fiestas se encuentran, llenas de arena, de vasos de plástico junto a otros trastos, sin bares, sin sillas, oliendo a vómitos y orines, andando con dificultad entre multitud de gente sudorosa.
Se añora la comida de la festividad, todos reunidos saboreando el caldo que ahora se puede comer cualquier día del año. Era especial, junto al de Navidad. Su salsa de tomate, con sus albóndigas, la sandía de Ferreries, la más acreditada de la Isla.
Todos los años, el mismo día de la fiesta, mis padres recibían un brazo de gitano, obsequio de don Fernando Sintes, pastelero indiscutible. Íntimo amigo de Gori, siempre fue su mecánico, conocidos de toda la vida. Aprovechaba las fiestas de Mahón para obsequiarle, va ser un pastisser fora mida. Aquel 1955, en vez del consabido pastel de forma alargada, que yo no llegaba a comprender se le llamara brazo de gitano, recibimos una novedad, una tarta helada. Riquísima. Lo que sería el inicio de una nueva industria de un menorquín de excepción, creador de La Menorquina, que lamentablemente también ha dejado de ser nuestra.
La semana anterior a la de Gracia, las casas eran invadidas por los tiestos de cal, escobilla de mano y la larga, la que se ataba a un palo, especie de caña de pescar, con la cual se alcanzaba donde no se podía llegar a no ser que se subiera sobre la mesa de la cocina, incluso de resultar baja, se añadía sobre la misma un cajón. No eran muchos los hogares que dispusieran de escalera. Como tampoco de post de planxar. Sobre la mesa una manta de algodón cubierta por una vieja sábana, y san se acabó.
Me atrevería a decir que para nuestras madres y abuelas, el sinónimo de festividad era limpieza. A continuación del encalado, correspondía el fregado de suelos, con esmero, cuidando sa via, o vieta como llamaban a la separación final de la pared con el suelo. Esta raya se hacía con un trapo impregnado de aceite de linaza, lo más delgada posible, de no ser así, las entendidas la criticaban duramente. También se ponía un "rejolí" de aquel aromático líquido en el agua de fregar el suelo, dejando un agradable olor a limpio que daba gloria olerlo.
Semanas de trajín y mucho trabajo. Era impensable esmerarse tanto con paredes, suelos y mobiliario, lo mismo sucedía con la ropa de hogar. Cortinas, tapetes, que las madres de familia confiaban a ses monges tancades, estas almidonaban y planchaban, que ni los propios ángeles. Aprovecho este momento para mandándoles todo mi cariño y admiración.
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