Estella-Los Arcos (22 km)
En los campos de Navarra la vendimia está en su auge. La llevan a cabo con máquinas. Para un terreno extensísimo de vides, que alcanza al horizonte, sólo se necesitan dos operarios. Nada más. Uno para la máquina que recoge los racimos y otro para el tractor-remolque que los lleva al lagar. El resto del pueblo, al paro.
Viendo los campos navarros a rebosar de cepas, uno sueña con un terrenito, escueto, no excesivamente grande, plantado de vides. Recoger la cosecha, elaborar el vino con la maestría y lentitud debidas y luego bebérselo en compañía de amigos en agradable tertulia bajo el emparrado de una casita blanca, mientras el sol poniente dora las hojas de los árboles cercanos.
Pero… ¡el mar, falta el mar!
Bajo un puente, una pintada de antología: "No robes, los políticos odian la competencia". Demasiado generalista, pero no lo he dicho yo.
Los Arcos-Viana (17 km)
Hoy menos kilómetros. Hay que dosificar, que luego viene Paco con la rebaja.
Llegada a Viana. Lo primero la visita obligada a la hermosa colegiata. En el atrio la tumba de César Borgia, Duque de Valentinois y familiar del papa Alejandro VI. La lápida reza: "Cesar Borgia, Generalísimo de los Ejércitos de Navarra y Pontificios. Muerto en los Campos de Viana el XI de Marzo de MDVII" La colegiata es enorme, desproporcionada para la villa. Uno se pregunta si fue antes Viana o el templo, erigido en el Camino para Maiorem Gloria Dei. Ocurre en muchos lugares del Camino. A veces las iglesias levantadas por obispos piadosos en el Camino, fueron polos de atracción de poblaciones escasas.
Viana es una villa viva, alegre, con las gentes en la calle de cháchara. Aquí no hacen falta trenecitos ni música al carrer para animar a nadie. Se animan solos. Ocurre en todas las poblaciones navarras y aún en la Rioja. Castilla es otra cosa, como veremos más adelante.
Viana-Navarrete pasando por Logroño (22 km)
Viana es la última población de ese territorio foral que es Navarra. Enseguida entramos en la Rioja, ya desde la misma Viana se ve Logroño al fondo, con su "cerro testigo" en primer plano. Llegamos a la hermosa Logroño, a la que da gusto verla, pero pasamos de largo. Salvo excepciones, evitamos las ciudades. Hay mucho mangante que entra en los albergues a robar. Seguimos, pues, hasta Navarrete, cuna de la alfarería riojana.
Observo al paso por todos los pueblos del Camino, que además de permanecer en ellos todas las instituciones seculares (el alcalde, el médico, el cura) ahora se han añadido otras dos: el "ciudadano magrebí" y el "ciudadano subsahariano"
El moro y el negro, vamos.
Los hay en todos los pueblos. Es una invasión. Ya lo dije alguna vez: les hemos explotado en sus países de origen y ahora vienen a pedirnos cuentas a los europeos. De hecho se les ve que vienen a mandar (como decía que salía Raphael al escenario), ¡no veas cómo exigen!
No sé cómo acabará esto. Mal, seguro.
¡Ah! Y en todos los bares sirve tras el mostrador una chica guapa rumana.
En Navarrete, además, están Olga y Antonio, propietarios del "Bar Deportivo". Ella del lugar; él italiano con cara de buena persona. Olga es una maravillosa cocinera que no para zascandileando entre las mesas. Se sabe los platos en todos los idiomas, es inteligente y ávida además de magnífica anfitriona. Antonio es más tranquilo. Él prefiere la barra, ambos se complementan y hacen de su bar un pequeño oasis en el Camino. No me he perdido su sopa de ajo, desde que la descubrí, en ninguno de mis ya cinco aterrizajes en Navarrete.
Bona nit.