CARTA DESDE BANGKOK (TAILANDIA)
Francisco Caules Sintes
Las catastróficas inundaciones que han sepultado bajo las aguas las llanuras de todo el centro de Tailandia han creado un monumental embalse de agua. Millones de metros cúbicos de agua cubren campos y ciudades de la llanura central. Toneladas de agua fruto de las constantes lluvias monzónicas no pueden ser absorbidas por los ubicuos ríos y canales que deberían llevarlas hacia el mar. Por si no hubieran sido suficientes los diluvios que el monzón ha desatado los dos ultimos meses, se han tenido que abrir las compuertas de los principales embalses ante el evidente peligro de que se desbordaran.
Desde el norte las aguas bajan en pendiente para desembocar en el Golfo de Tailandia. Tres grandes ríos, el Tachin al oeste, el Menam en Bangkok y el Pakong al este, son incapaces de absorber el impresionante volumen de agua que ha dejado bajo dos o tres metros campos de arroz, pueblos, aldeas, grandes ciudades como Ayutaya y grandes polígonos industriales con miles de fábricas.
El lector podrá leer detalles de estas gravísimas inundaciones en la prensa, verlo en televisión y así comprobar la magnitud de esta catástrofe. Este corresponsal solo quiere apuntar lo que oímos en la calle, vemos con nuestros ojos en las calles de Bangkok o podemos seguir en las televisiones gubernamentales. Las anécdotas surgen a cada momento mientras aumenta la magnitud de la tragedia y las aguas desbocadas lo invaden todo.
Los hospitales advierten del peligro de serpientes venenosas que se esconden entre las aguas. Cientos de personas han tenido que ser atendidas por picaduras necesitadas de urgentes antídotos para evitar fatalidades.
El Ministro de Sanidad ofrece una gratificación de 1.000 bahts (unos 23 euros) para toda persona que capture alguno de los cientos de cocodrilos escapados de sus granjas. Si alguien es bastante valiente y osado y consigue capturar uno de estos reptiles, pensamos que antes venderá su carne a algún restaurante y su estimada piel a un fabricante de bolsos para conseguir bastante más que los 1.000 bahts del ministro.
En los lotes de comida y agua que se repartían los primeros días de la pasada semana a los damnificados se incluían unos paquetes con preservativos. Algún funcionario pensó que no pudiendo salir de casa aislados por el agua, sin televisión por cortes de luz, jóvenes y no tan jóvenes se dedicarían a tener relaciones como forma de sacudirse el aburrimiento.
En las pequeñas tiendas familiares de Bangkok vemos un nuevo producto estos días. Chalecos salvavidas rojos se exhiben flanqueados por los sacos terreros con lo que proteger el comercio si las aguas sobrepasan el nivel de la calle. Los mismos sacos terreros que el turista puede ver a la entrada de los principales hoteles y de los impresionantes y lujosos centros comerciales.
Las autoridades manejan la ridícula cifra de un poco más de 300 muertos y no se atreven a contar los miles de desaparecidos en las frágiles casas que el agua torrencial se ha llevado por delante con todos sus míseros enseres. Las críticas al Gobierno se multiplican por los errores de unos ministros que pretenden esconder la realidad y de otros miembros del gobierno que creen mejor decir la verdad aunque esta cause el pánico. Así, son contradictorias las noticias y ello promueve la incredulidad antes las versiones oficiales.
El tailandés está de siempre acostumbrado a monzones e inundaciones. Así, antes de construir una casa se eleva artificialmente el nivel del terreno con tierra para que en caso de inundación quedar al menos medio metro por encima. También mientras se podían construir las casas con madera, estas se hacían sobre pilotes que permitían que el suelo estuviera por lo menos un metro o un poco más por encima del nivel del terreno. Una escalera de acceso, que se quitaba por la noche, puede verse todavía en la Tailandia más rural.
En medio de la devastación y del temor al futuro más cercano, podemos decir que la gente no ha perdido la sonrisa, esté dentro de un bote que lo ha salvado de su casa bajo las aguas o en la ventana del segundo piso de su vivienda anegada más de dos metros. La solidaridad con los afectados es total, todo el que puede ayuda donando alimentos o manualmente apilando sacos terreros para tapar los huecos en los diques por donde el agua sigue entrando. El Ejército, por fin, contribuye decisivamente a esta lucha titánica contra las aguas que forman pequeñas cataratas cuando sobrepasan los diques.
Bangkok, solo un metro sobre el nivel del mar, unos 10 millones de habitantes, está bajo la inminente amenaza de ser catastróficamente inundada. La consigna parece ser "Salvar Bangkok a toda costa". No solo por sus millones de ciudadanos, sino porque los suburbios son un conglomerado de viviendas, locales industriales, fábricas, factorías de todo tipo que se han ido construyendo sin ninguna planificación ni orden alguno. Los más importantes y modernos polígonos industriales al norte de Bangkok bajo las aguas y miles de trabajadores evacuados. Solo faltaría ahora que también el densísimo tejido industrial de pymes del gran Bangkok fuera engullido por el agua.
Los miles de canales que surcan Tailandia han servido siempre para drenar los campos. Los diques de contención alrededor de los complejos industriales o de las grandes ciudades prevenían las inundaciones. El mismo gran aeropuerto de Bangkok, Suvarnabumi, está protegido por un muro de más de 26 Km y de una altura de más de dos metros. Cuando el agua sobrepasa en muchos puntos del norte de la capital los tres metros, los diques ceden y la tromba líquida sigue su avance hacia el mar.
Curiosamente una provincia en el camino de las aguas ha sido preservada. Supanburi, feudo del cacique local e influyente exprimer ministro, no está inundada. Se dice que el citado cacique ha impedido con su influencia que se abrieran las compuertas de la provincia colindante, con lo que el nivel del agua se habría podido repartir y extender evitando la catastrófica inundación de la histórica e industrial Ayutaya. "Amazing Thailand", como dice el eslogan.
Esperamos que el nuevo dique reforzado en el que se está febrilmente trabajando en sus más de dos kilómetros evite que las aguas lleguen hasta nosotros inundando Bangkok. Las brechas en sucesivos diques se están tapando incluso con voluminosos containers que se dejan caer desde los grandes helicópteros Chinook. Las anchas avenidas de Bangkok habían sido amplios canales por los que el agua iba al río y al mar. El relleno de los canales para convertirlos en calles es un factor más a sumar a la deforestación, la urbanización salvaje e incontrolada, la incompetencia política y la industrialización sin plan. Seguimos viendo ahora en la TV cómo cadenas humanas apilan sacos terreros, elevan pequeños muros para tratar de contener los torrentes que con una fuerza brutal buscan su salida hacia el mar. Por cierto, se espera estos días una pleamar de más de metro y medio que impediría la natural salida al mar de estos millones de metros cúbicos de agua. De ser así, nadie podría salvar Bangkok. Tendremos que ponernos las botas de agua y comprar el chaleco salvavidas al chino de la tienda de la esquina.
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