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Calma, calma

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Parece como si la buena noticia de que ETA renuncia a la actividad terrorista hubiera desatado todas las alarmas sobre la rendición incondicional del Estado de Derecho. En una semana se han oído con mayor eco y amplitud las voces de los heraldos negros que vaticinan toda suerte de oscuros presagios. La extrema derecha, temiendo que esto tuviera un efecto electoral sobre las abatidas filas socialistas, no solo quita valor al hecho de que finalice la lacra de un terrorismo que ha costa la vida a más de ochocientas víctimas, sino que vuelve a la carga con las insidias de negociaciones secretas y concesiones a los asesinos.

Es verdad que hay que tener cautela, que el pueblo soberano, sabio siempre, ha dejado claro en las encuestas que no se fía de un hatajo de terroristas que han roto las treguas con más asesinatos. Pero algo ha cambiado esta vez: no se rinden porque han descubierto su error, lo hacen porque los ha derrotado la democracia y los cuerpos y fuerzas de seguridad.

Otra cosa es que a determinado sector le preocupe haber perdido el parapeto de la banda terrorista. Cualquier reclamación de independencia carecía de legitimidad moral y legal al estar amparada por los asesinatos y la extorsión. Ahora empieza otro tiempo, en democracia, difícil de manejar.
El hecho de que el representante del PNV, que en su estudiada contradicción primero pidió a ETA su total disolución, reclame ahora a Patxi López y a Zapatero el acercamiento de los presos, elecciones anticipadas en Euskadi, la derogación de la Ley de Partidos, etc., etc., no debe sobresaltar a nadie. Es lo que le conviene a Urkullu, que se ve de nuevo gobernando con apoyo de Bildu o como se llame la nueva sigla.

Después de cuarenta años esperando el fin del terror lo último que deben hacer los demócratas es perder la calma cuando llega el final. Ni Rubalcaba, ni Patxi López, ni Mariano Rajoy, ni Antonio Basagoiti quieren, y así se lo han hecho saber a Zapatero, que se tome ninguna medida, ni penitenciaria ni de otro orden, hasta después de las elecciones generales.

Será pues el nuevo ejecutivo salido de las urnas el que gestione la difícil situación de una Euskadi sin violencia pero con los que apoyaron a los asesinos sentados en las instituciones y haciendo política. No habrá elecciones anticipadas en Euskadi, de ninguna manera, pero sí van a volver al Congreso de los Diputados los sucesores de Batasuna que ya estuvieron otra vez y a los que no habíamos echado de menos. La Constitución y las leyes que los han vencido siguen vigentes.

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