(A Pilar Vinent)
Hola Pilar, me recordarás ya que hace años nuestras vidas se cruzaron cuando trabajabas en la antigua sede del Consell Insular en Mahón. Leí con suma atención tus declaraciones a este diario (18 Dic.) que demostraban una buena comunión espiritual entre entrevistador y entrevistada. Nada nuevo bajo el sol. Los cofrades se ayudan. Si sorprendió el formato de algunas preguntas, tampoco defraudaron las respuestas de quien, como tú, ha hecho de la lengua catalana estándar su medio de vida desde hace tres décadas.
En esta "joint venture" de ideales comunes, tú, Pilar, pareces dar la idea de que somos indígenas amenazados por el Gral. Custer. Incluso calificas de "auto odio" el rechazo que la imposición identitaria produce en muchos menorquines. ¿No es mejor autodefensa? Tú crees que los territorios y las lenguas tienen derechos (¿?), otros creemos que los tienen los ciudadanos.
También opinas sobre el topónimo de Mahón. Tu socio te pregunta cómo es posible que alguien ose replicar a unas "autoridades científicas" (cuyos dictados os conviene considerar dogma) "amb la ignorància habitual del petulant" (¡!). En la respuesta te explayas sobre la importancia de respetar la historia, sobre los problemas que comporta para una sociedad no hacerlo ya que ello conlleva la "pèrdua de la identitat col.lectiva". Dices que "un poble sense identitat està condemnat a desaparèixer". No puedo estar más de acuerdo contigo, amiga Pilar. Sin respeto a su historia un pueblo pierde su fundamento y su personalidad.
Sucede que la identidad histórica de Mahón es la H. Es su ADN. Ponte como quieras, Pilar, pero la toponímia no puede estar supeditada a una gramática reciente sino, efectivamente, a la historia y a la tradición. El nombre de nuestra ciudad es Mahó. Muchos mahoneses creemos, pues, que algunos filólogos actuales (que contradicen a Pompeu Fabra, Corominas, Alcover, Eugeni d'Ors y otros, ver anexo) no tienen ningún derecho en decretar un cambio a nuestro itinerario histórico. Agota ya recordar que siglos de historia no pueden adaptarse a esos intereses gramaticales, más cuando en este caso, están rebozados en ideología política. Amor a la historia vs. conveniencia prefabricada.
Por otra parte "sorprende y no sorprende" que haya tantos ciudadanos no nacidos en Mahón que estén obsesionados con el nombre de nuestra ciudad. Incluso parece que algunos, abandonada la religión como referencia vital, adoran estos nuevos iconos (becerros) identitarios como su sustitutivo. Te recuerdo que imponer por ley un nombre no deseado por una mayoría es recordar lo que dijo Ortega ante los desastres de la Segunda República: "No es eso, no es eso". Saludos, Pilar. Un abrazo de tu amigo.