Acabo de ver la película sobre la Thatcher. Magnífica actuación de Meryl Streep para un mal guión. Es el truco comercial del cine de hoy: Espectacularidad de alguna clase, tecnológica o personal con protagonista-estrella, pero nada que ofrecer o lo que es peor: ofrecer un relato tendencioso. Me refiero a la "fortaleza" o "valentía" con la que se presenta a la Dama de Hierro (a quien no aguantaban ni los de su partido) como dos de sus mayores virtudes, ¿y para qué?: para la toma de medidas neoliberales que en la óptica de hoy, al menos con la del Discurso de Valores Dominantes, se ve como normal. ¿Fortaleza y valentía para qué, repito? ¿para machacar a las clases más desfavorecidas de la sociedad quizás?
Lo que no sale en la película es la escena de la Thatcher visitando a Pinochet en su jaula de oro londinense, donde le dijo aquello de que "los británicos le tenían mucho que agradecer" al dictador chileno. Supongo que se refería al experimento de la dictadura pinochetista de implantar en Chile el neoliberalismo de Milton Friedman y la Escuela de Chicago, es decir: privatizar al límite la economía y las ganancias, socializando las pérdidas. Milton Friedman, que en su obsesión privatizadora dijo, poco antes de morir en 2006, que había que privatizarlo todo, excluyendo solo al Ejército. George Bush hijo, el de Iraq, sí, el amigo americano de éste nuestro, ¿cómo se llamaba? Bush, digo, superó incluso a su mentor, permitiendo que el mando de los marines que actuaron en territorio iraquí lo ejerciera una empresa privada de seguridad. Es como si en Bosnia a la Legión la hubiera mandado un ejecutivo de Securitas Direct y a la cabra le hubiera dado de comer el supermercado del Corte Inglés. Aunque todo se andará....
Pero, ya que estamos, volvamos de nuevo al Discurso de Valores Dominantes actual. Parece como si a todo el mundo se le quisiera obligar a pensar en emprendedor, que es el héroe del momento. De modo que, todos, hasta las viejecitas de la libreta de ahorros, debemos jugar en la bolsa para estar al día en eso que ahora se llaman "tendencias". Por su parte, al trabajador por cuenta ajena se le exige que "se sienta empresa" y aunque no perciba sustanciosos dividendos como los rentistas, se le obliga a «preocuparse» por su empresa las 24 horas en vez de aquel nine to five antiguo, tras el cual desconectaba y se dedicaba a sus cositas. No, no, ahora no; ahora tiene que sentir la presión; tiene que despertarse a las 3 de la mañana, temeroso que el competidor del panel de al lado le quite el puesto y se quede en la calle. A eso ahora lo llaman «competitividad». Tampoco puede sentirse satisfecho de una dilatada experiencia y probidad, ahora no se lleva el trabajador especulativo y experimentado, no, no, éste sería demasiado.... ¿cómo lo llamaríamos? ¿conflictivo quizás? No. Ahora lo que se lleva es el tonto útil (el actual modelo educativo ha producido legiones de ellos), tonto y rentable, al que se le da un cursillo de tres meses para apretar botones, se le explota durante otros tres por menos de 1.000 euros y antes de que termine el periodo de prueba se le expulsa diciéndole que no cumple eso que ahora se denomina "el perfil" y ¡que pase el siguiente! La idea del tonto útil no es mía, se la he oído a numerosos empresarios que, sentados a mi lado en algún café de Madrid, suelen, eso que, también ahora, se denomina "planificar estrategias".
Pero volvamos a la película sobre la Tatcher. En una de las escenas, la Dama de Hierro despotrica sobre los trabajadores llamándoles "vagos" y echando la culpa de su vaguería a la protección social que reciben y que según ella es enervante, por lo que si se elimina esa protección (privatizando la sanidad por ejemplo) y se les obliga a asumir riesgos como al empresario, espabilarán y eso incrementará la productividad.
En cuanto a la pretendida vaguería, ¿cómo no va a tender a hacer lo menos posible un trabajador que se pasa el día atornillando ruedas en una cadena de montaje de automóviles, sin ninguna satisfacción del trabajo bien hecho y sin que se le reconozca nada más que su velocidad con la llave de tubo. Lo que ellos llaman vaguería no es más que una consecuencia del sistema de producción en serie que ellos mismos han inventado. Algunos tratan de arreglarlo con música.
El llamar vagos o inútiles a algunos sectores de la sociedad no es de ahora; es una teoría burguesa ya vieja. En su día ya la formuló el abate Sieyès en su famoso discurso ante la Asamblea Constituyente durante la Revolución Francesa en 1791. Entonces, preguntándose ¿Qu'est-ce que le tiers état? (¿qué es el Tercer Estado?). Llamaba inútil (o sea: improductiva) a la aristocracia, luego, los burgueses siguiendo sus consignas obtuvieron el triunfo de su revolución, pero, con el reflujo de ésta, después de guillotinar ellos mismos a los verdaderos revolucionarios (dicen que la Revolución siempre devora a sus propios hijos) casaron a sus hijas con los aristócratas que se salvaron de la cuchilla para hacerlas marquesonas gattopardescas.
¡Ya está bien! algunos no queremos ser empresarios; no nos apetece jugar a la bolsa; no queremos enriquecernos; queremos (tranquilamente) retozar con María en el trigal (como decía Alberto Cortez); queremos ganar lo mínimo, suficiente y necesario y no más; entre dinero y tiempo elegimos lo segundo; queremos dormir tranquilos; queremos que se reconozca la valía del que vale y el tonto -el que lo sea- que espabile; queremos un gobierno fuerte, cuya fuerza la utilice para eliminar paraísos fiscales y haga pagar más impuestos a quien más tiene (pero de verdad. Si quieren pueden, pero no quieren) para que las prestaciones públicas sean las de un auténtico Estado de Bienestar, en el que, en definitiva, uno pueda elegir ser o no ser «emprendedor».
Queremos, queremos, queremos.... pero el mundo no va por ahí; el mundo actualmente es una gran empresa en el que, nos guste o no, se nos incluye a todos, junto a un Estado de Malestar languideciente. Empresa, en la que, sin embargo, y como siempre unos crían la fama y otros cardan la lana.
Por último un apunte marginal (o quizás no tanto) sobre la película. Cuando la joven Thatcher anuncia a sus progenitores que la han admitido en Oxford, el padre la abraza lleno de alegría y la madre, dándole la espalda y marchando a la cocina, le dice «tengo las manos mojadas». Significativo. Creo sinceramente que los historiadores deberíamos hacer más caso a los rasgos psicológicos de los personajes históricos; de sus neuras, sus carencias y su ambiente familiar, como una componente más de interpretación de sus conductas. ¿Recuerdan la película «Los niños del Brasil»? Pues eso.