Observar la realidad es esencial para entender la evidencia. Pero a veces es difícil conseguirlo ya que no siempre es fácil separar el grano de la paja. Efectivamente, lo evidente a veces se esconde detrás de cortinas que lo tapan y lo ocultan. Estas cortinas pueden ser de muy diversas hechuras. Hay cortinas sociales, ideológicas, de intereses, etc. Camuflajes al fin.
Hace un par de semanas algunos menorquines hemos vuelto a desfilar en las procesiones de Semana Santa. Vestir de cofrade y "procesionar" sirve también como espléndido observatorio para estudiar y conocer más a tus conciudadanos. Sí, es un buen observatorio social. Desde el anonimato de un "caraputxo" se pueden observar (incluso aprender) muchas cosas.
Volvemos a ver a gente que hacía años que no veíamos. Observamos sus cambios. Comprobamos los estragos que hace el tiempo en cada uno de nosotros y nos damos cuenta de la futilidad de querer detener lo que no se puede parar. Hemos vuelto a ver las miradas ansiosas de siempre, las miradas inquisidoras, las miradas dubitativas. Miradas inexpresivas y miradas atemorizadas. Algunas incluso parecen implorar ayuda. Se ven muchas soledades maquilladas. Combinando recogimiento y/o seriedad, los ojos, esos espejos del alma humana, delatan las interioridades de uno. Sí, las caras delatan y enseñan. Muestran. Debo de admitir que para mí (oteador de caras), uno de los alicientes en participar (aún con lapsus de asistencias en los últimos años) en estas procesiones es que te dan la posibilidad, desde aquel anonimato, de estudiar y escudriñar a la gente. Hace décadas, "en primer", sólo nos interesaban las chicas. Se aprendía mucho de ellas mirándolas fijamente sin poder ser reconocido. Mirar fijamente a una persona puede hacerla casi transparente a poco que sepas descifrar / intuir los misterios que esconden los rostros de cada uno de nosotros.
Con el paso de las décadas hemos visto los cambios de costumbres sociales de Mahón. En una misma calle, y a no muchos metros de distancia, te puedes encontrar con dos personas que eran pareja hace años y que ahora, cada una de ellas, han rehecho su vida con otras personas. Por contra también te puedes encontrar con parejas rotas que han logrado "reconstruirse". Todo un crisol de formas y actitudes sociales que ayudan a pensar sobre la realidad de nuestro entorno. Participar en una procesión también plantea la vieja cuestión de si uno lo hace por convicción religiosa o por tradición. ¿Puede un laico participar en ellas? Muchos lo hacen. Los años te permiten comparar y recordar a antiguos compañeros que ya no acuden por renovación de ideas, por cambio de actitudes ante la vida espiritual, etc. Pero "procesionar", observar, nunca es un tiempo perdido.Los políticos quizás deberían de mirar más a los ojos de la gente que gobiernan. Aprenderían mucho. Al menos aprenderían a no jorobar, aprenderían a ser más justos, a no despilfarrar, a no querer imponer su particular ideología cuando ésta no casa con el medio ambiente social en el que viven, aprenderían a ser más humanos. Aprenderían, en fin, a ver la evidencia social que gobiernan y que es ocultada por los intereses egoístas que demuestran unos instintos primarios capaces de hacer cualquier cosa con tal de permanecer a toda costa en la poltrona. Si observas bien la realidad se torna siempre en evidente.
Notas: En recuerdo de Lluís Guasteví. Una noche de rondas de las vacaciones de Navidad de hará unos cuarenta años, mi amigo Meavilla y yo acabamos en Mercadal. Entramos en un local donde escuchamos una conversación. Ante la cercanía de Nochevieja aquellos hombres hablaban de la necesidad de contratar de forma inmediata a un grupo musical para amenizarles la fiesta de fin de año. A nosotros, "dos al·lotots sense un dit de seny dins es cap i, a més a més, amb un bon sabatot", se nos ocurrió decirles que éramos miembros de un "conjunt collonut de Mahó". Sin más credenciales nos contrataron allí mismo. Un negocio imprevisto. Los dos sabíamos tocar la guitarra pero no teníamos grupo ni habíamos ensayado nunca. Al día siguiente, recuperados de la resaca, y ya con la "empasta armada" pedimos a mi hermano Alberto y al amigo "Guaste" que nos ayudasen y nos sacasen del embrollo. Los cuatro ensayamos una tarde. Doce canciones, quince a lo sumo. Con tan escaso repertorio nos presentamos en Mercadal a las 11,30 de la noche de fin de año para amenizar el baile. Las uvas las tocó "Guaste" con el plato de la batería. Después fuimos repitiendo el escaso repertorio una y otra vez hasta el agotamiento… del público. Al final ya nos silbaban y prácticamente nos echaron del escenario. Incluso algunos, los más excitados, "mos volien fotre llenya". Salimos ("cametes") por la puerta de atrás y por supuesto no nos pagaron. Negocio fallido. Nota: El delito ya ha prescrito. He pasado muchos años sin tener relación con "Guaste" pero siempre guardé un gran recuerdo de cuando fuimos más jóvenes. Mis condolencias a su mujer Lali y a toda su familia. Descanse en paz.