Lunes, 16 de julio. Acabo de volver a Menorca después de una escapada que, teniendo mucho de irregular dadas las fechas, justificaría sin embargo cualquiera que a mi edad tenga una (increíblemente dulce) hijita de tres años a la que no ve desde hace un par de meses. Este es el final de la parte buena de la historia. Un primer vistazo a la prensa (he permanecido ocho días incomunicado) me posiciona inmediatamente en la parte chunga de una película de serie B:
A nivel país compruebo que nadie ha tenido aún la delicadeza de tirar de la cadena, de manera que el servicio nacional de dirigentes salvadores sigue generando inmundicias que evolucionan en flotación libre, amenazando ya de forma grave la salubridad pública y quizás la supervivencia misma del personal. Parece que la pereza que debe dar buscar en los bolsillos de las grandes fortunas y de los grandes mamones (que no es siempre lo mismo) vuelve a hacer recaer en los indefensos el grave peso de la ley del embudo.
Nuestros asuntos están en manos del lobo feroz, y además empieza a estar más que documentado que es un poco idiota, característica que como sabemos no suele restar crueldad a su actividad, pero sí sentido común y eficiencia.
A nivel insular me quedo pasmado con la noticia de que el PSOE y la Autoridad Portuaria encuentran por fin después de tantos años un motivo de colaboración: se preocupan juntos ahora del bienestar del puerto y sus habitantes. Piden consenso a la hora de decidir la peatonalización parcial e intermitente del puerto de Mahón. Incluso se habla del rodillo de la mayoría absoluta si no he entendido mal. Pero, vamos a ver (pienso para mis adentros), yo juraría que este asunto iba en el programa electoral del equipo ganador.
Comprendo la inconveniencia que supone que un partido intente cumplir con su programa electoral; si cundiese este ejemplo se tambalearían las reglas del juego democrático tal como las conocemos. En este caso imagino que el consenso solicitado tiene su referente histórico en el alcanzado para construir en el paseo vecinal más transitado un establecimiento penitenciario ansiado como es notorio por la mayoría de nuestra sociedad. También sentó sin duda jurisprudencia el consenso conseguido para arrinconar en vía muerta durante veinte años (y todavía sin explicación alguna) el necesario ascensor que fue hurtado a la ciudad tan caprichosa como impunemente. O quizás sirva de referencia el consenso con el que anteriores gobernantes locales, sin rodillo pero con bisagra implacable, han ido perdiendo rigurosamente cada oportunidad que ha tenido Menorca de construirse un futuro mejor.
A día de hoy ignoro la decisión final tomada al respecto de la peatonalización. Si esta se llegase a producir sugiero que esta temporada (lo que de ella queda) se habilite el ascensor que en años pasados perteneció al casino y que ahora incomprensiblemente no está operativo. Si finalmente no se produce dicha peatonalización me gustaría hacer dos observaciones:
1.- El temor de muchos a la novedad es comprensible y respetable, pero no estamos hablando de dinamitar el puerto, solo de hacerlo provisionalmente peatonal por las tardes un par de meses al año. Si la cosa saliera mal, el remedio es barato e inmediato: se vuelve atrás sin más.
2.- Si no lo probamos, nunca sabremos qué sucedería. La historia muestra que ninguna peatonalización ha resultado negativa a la larga para ningún espacio público, a pesar de que la mayoría de ellas han encontrado en principio una contestación importante. Quizás conviene levantar por un momento la mirada del suelo y poner foco en el futuro.