Cada vez que veo la fotografía de funcionarios vestidos de negro reivindicando sus quejas, desde este lugar les aplaudo y admiro. En esta ocasión he hecho tal cual. He subido al porche y en la misma caja que en su día hizo de ropero a "s'avia", la he abierto dejando esparcido el fuerte olor de "bolles d'arna", sacando un vestido negro, de manga larga, escote barco, abrochado atrás con una hilera interminable de botones de la paciencia, que era como llamaban a los que cosían uno junto a otro con anillas a modo de ojal. Medias negras de seda, las mismas que una de las tías "fadrines" deseaba que le pusiéramos al cambiar de casa, y no se hizo por no encontrarlas. Partió al otro mundo, con unas de espuma. Hoy que no las buscaba, las hallé, envueltas en un pañuelo de lista, el que llevaban las mujeres a la hora de ir a comprar. Son algo incómodas, hace tanto que dejamos "ses torbigueres" , que me encuentro extraña, e incómoda, me aprietan "un desastre", pero lo soportaré, como he soportado y soporto otras cosas peores.
Para representar más el luto, he añadido el tupido velo. En un principio Praxèdies me aconsejaba el medio manto, que cubría desde la cabeza hasta algo más de la cintura. Se usaba al fallecer, los más allegados. Pero al final me he puesto el otro, el más corto, de luto normal, el que se usaba, a los tres meses de llevar el manto. Zapatos, guantes, pendientes, todo del color del carbón y he salido a pie de la finca. Iba a bajar a la ciudad con el carretón y en Blancu, pero… ¿dónde lo dejo?. Con lo nervioso que se pone. Primero, al pegarle en la brida el papel de la máquina tragaperras con la que nos hace jugar el Ayuntamiento, segundo, al observar que se le acercan las chicas de azul. "Com aclarim açò".
Al paso por el camino de Trepucó todos me preguntaban el motivo de tanto luto, lo mismo al enfilar la calle de San Manuel, General Sanjurjo, cuesta de Corea. Al llegar frente a las casas que en los cincuenta construyeron los maestros Antonio Humbert y Antonio Prats. Un grupo de conocidos interesándose por mi atavío, al explicarles el por qué, han decidido, venir conmigo, hasta que podría decirse que ha sido como una improvisada procesión de antiguos usuarios del puerto de Mahón. En un santiamén contabilicé seis docenas y media, más un indeciso, que siempre los hay, por mor que no lo fuera a retratar Gemma, la del Menorca, y perdiera su puesto de trabajo . Así como están las cosas, "sa feina es sa feina".
Al llegar a la punta, nos hemos sentado, tal cual hacíamos de pequeñas al ir a pescar, con las piernas hacia el mar. Ahí me paro, debo confesarles que al agacharme se me ha hecho una escalerilla tan larga que iba desde el dedo gordo del pie hasta un palmo más arriba de la rodilla, con una anchura de "tres dits."
La imagen del grupo, de lo más chocante, improvisándose lazos en las melenas, las de pelo corto, en lo alto de la cabeza a modo de portaaviones, los varones se han atado en el brazo izquierdo una cinta tal cual llevaban los hombres, en las americanas, o abrigos, un chavalín se ha presentado con una cajita de metal de pastillas de café con leche, que le ha dado su abuela, llena de botones negros, que ha ido repartiendo, la aglomeración de luto ha sido espectacular, reivindicando el duelo sentido por nuestro querido puerto de Mahón.
Dolor, profundo y sentido por haberlo perdido, a buen seguro por la fatal visión de antiguos personajes que no supieron o no quisieron involucrarse en algo tan importante.
Cuando se hizo la reforma, la carretera junto al mar, las monstruosas farolas, etc., vaticiné que íbamos a perder nuestro Baixamar. Las voces del poderío, intentaron comerme viva, aquella vez también hubo los que todo lo solucionan con glamurosos desprecios y "després fan cama de conill". Hoy, después del tiempo transcurrido, los nobles de corazón, al verme se acercan excusándose, y dándome la razón. Como dice "l'avi Xico, temps as temps".
Pues claro que sí, "era bolla vista". Hicimos un Puerto Banus, cuando el nuestro se llamaba Mahón. Desalojamos los "magatzems", los de toda la vida, los que olían a moho, como dice mi amigo Pedro Mir, "es fill d'en Quique Mir". Los que se llenaban de humo de negros cigarrillos Celtas, Ideales confundidos con la aromática "pota", dando ambiente a los pescadores, a los amantes del mar, que invierno y verano no faltaban a su cita. Actualmente llenos de trastos, para vender. Con la particularidad que con veinte años, han ido cambiando constantemente "no tenen sort" y ahora con la crisis, menos. Pero la cosa ya no tiene solución, mis amigos cruzaron la otra orilla, con la pena de dejar sus redes, sus barquichuelas y sus artes de pesca y mariscar de toda la vida, bajo la consigna de los especuladores.
La cosa no se planificó. La idea en mente de tanta modernidad, tanta prepotencia, tanto cambio, lo llevó a la destrucción. ¿Dónde estaban los Verdes, los ecologistas, los salvadores de la madre patria? Porque lo permitieron, en Menorca, no tan solo se debían salvaguardar los caminos de mulas, corderos, cerdos y caballos, casas de aperos, Menorca es mucho más, lo más importante era el puerto de Mahón y su tozudez no lo supo ver.
El ayuntamiento permitió la apertura de restaurantes a mansalva. Hoy se observan pizarras unas junto a las otras, con comunicados tan lastimosos como: platos combinados a 3 euros, el de al lado, a 2'99 y el otro a 2'98….
Las embarcaciones amarradas de toda la vida, plegaron velas y se largaron, los precios que se impusieron, equivalían a los de atar en la anilla un portaaviones.
Los echaron fuera. A la autoridad, siempre tan especulativa, le interesaban "duros", yates, canoas etc. Con el agravante de que a éstos les hicieron pagar la chatarra a precio de oro. Mientras los botes, los gutzzis y las "tèquines", "que es fotin".
¡Hay Dios ¡ ¿ Y los "llenegalls"? ¿Y los socorridos escalones?, donde se acercaban las barcas para descender a tierra, donde se sentaban los pescadores de caña, será por esto que también a éstos se les ha prohibido la pesca, claro, si no hay las escalinatas, no tiene motivo que sobrevivan los de la caña "i es suret".
Miré a estribor y observé sa Punta de sa Costa Llarga, la que conducía a lo alto de la Miranda del Trocadero y los antiguos cuarteles de la Guardia Civil y Carabineros. Con la mirada recorrí palmo a palmo este tramo que tantas veces el de la motora intentaba que me lo aprendiera de memoria y fui incapaz, recurriendo a la lista escrita en el reverso de lo que fue un calendario de Casa Situs de la calle de la Iglesia, esquina con la del Rosario. Dice así:
Bajada la cuesta Larga, la que hizo el maestro Piris, por orden del Ayuntamiento, donde ya escribí, que los zapateros cambiaron "s'estira peu per sa pioxa" en un momento en que el trabajo había decaído y se padecía hambre. Continuaba Sa Punta, ensenada que llegaba hasta la Punta des Moret (no confundir con la cuesta del Andén de Poniente) La Punta de Ca'n Poma, (actualmente el prestigiosos restaurante Il Porto) y otra punta, la de Cala Figuera, donde nos encontramos el grupo de duelistas, para llamarlos de una manera formal.
Ses Covetes, Es llenegall, Es Gatasus, s'Esquena de cala Figuera, pero antes estaba la caseta de baños de mar de n'Estevet. Cala Figuera, ( Club Marítimo de Mahón) en Vint i Quatre, sa Bardisaola, es Bolet, s'Hort des Pobres, sa Punta Vermella o des Rellotgue, (el Jagaro) sa Roca, es Cap de sa costa de sa fàbrica, cala Figareta … ( en otra ocasión ya continuaré). No desearía se me aburrieran.
Y vi mucho más, en la ladera norte observé, Es Bol de Cala Llonga, na Prima i Sa Caseta des Costat, la Cala Llonguets, en Gamba, y Ses Xeringues. Recorrí varios metros y paré mi vista en lo que fue la caseta del Tibidabo, y continué recorriendo San Antonio, me sumergí en sus aguas, me pinché con un erizo y Julio, aquel atractivo chófer, guapo y pelirrojo de don Ramón de Delas y doña Camila de Vigo, con la ayuda de un alfiler, me extrajo las púas una a una.
Fui continuando hasta encontrarme con es Bulató, y la casita de su mariscador allá en la Solana, hoy propiedad de los hermanos Lorenzo y Mercedes Milá. Era 1908.
Debo dejarles, pero volveré, de nuevo vestiré el luto que siento al ver en qué se ha convertido mi puerto de Mahón, en una zona de mercaderes.
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