Escribo esto en puertas con la frontera entre el verano y el otoño y ello me lleva a la imperiosa necesidad de cambiar mis granos de arena veraniegos por las muletillas encaminadas ya en busca o a la espera de esos frios y aguaceros que tanto se hacen esperar. Me va a costar y lo sé, sacarme del ojo ese grano de arena que durante tanto tiempo me ha estado molestando un montón, pero tengo que hacerlo y no solo por restaurar mi lagrimal sino porque no quiero que se me diga que a las playas les falta arena. Debo confesarles que, aunque no ha sido una viga lo que tenía en el , la sola contemplación de esa posibilidad me ha tenido siempre en vilo y vigilantes ante cualquier maniobra de esos que te dicen que te quieren , pero que a veces es a muerte. Siento no poder exprimir mi espíritu y ofrecerles al menos cuatro gotas poéticas, esas que tanto inspiran a quienes ven poesía hasta en lo más absurdo. No puedo porque no he dado con esa tan otoñal traída y llevada hoja caída. Aquí no se mueve ni una imagino debido a que la naturaleza es sabia y sabe que el que se mueve, no sale en la foto, como todo. Puede que más adelante, cuando los vientos y los cambios climáticos desbaraten las agujas de los relojes estacionales, podamos comenzar a pisar alfombras de hojas ocres, ese maravilloso crujir y color que siempre nos anuncia que algo está cambiando y que ahora va en serio. Tengo un grano de arena (el último) en el ojo que me molesta un montón.
Granos de arena
Cambios, vamos a por ellos
Jesús jusué |