Hay que ver lo difícil, por no decir imposible, que resulta cambiar un tópico consolidado. En los tiempos de bonanza, la 'cosa' pública creció de forma desproporcionada y ahora no hay quien soporte su coste. Pero el negocio privado sobre algo, un servicio, una actividad cultural, que "se siente" público levanta múltiples suspicacias. Quizás sea por el estado de desconfianza general, por la presunción de culpabilidad que se ha extendido, pero lo cierto es que si una persona o una empresa decide entrar en terrenos pantanosos, en los cotos tradicionales de la actividad política, se arriesga a salir trasquilada.
El Ecomuseu de Cavalleria es una muestra. Es un centro privado, que ha montado Fernando Contreras, con un notable éxito, con una gestión brillante, que ha convertido el centro y la zona de Sa Nitja en un motor de actividad cultural, arqueológica y económica. Se cierra porque no ha llegado a un acuerdo con los propietarios del "lloc", la familia Olivar Despujol. Alguien dirá que hay muchas empresas que cierran, una más. Pues ya está. Sin embargo, por poner un pero a la lógica de la economía, si las instituciones públicas ya no tienen dinero para prestar determinados servicios, sobre todo culturales, alguien tendrá que ser valiente y dar un paso al frente, sacando no solo sus proyectos, sino también su cartera. El Ecomuseu quizás sea un buen negocio, no lo sé, pero dudo que alguien se haga rico mostrando antigüedades y organizando excavaciones de verano. Lo que sí tengo claro es que una Menorca tacaña en innovación no debería prescindir de las ideas que abren camino. No hay que darles una subvención, pero desde la administración, ya que tienen menos para administrar, que conjuguen un poco más el verbo colaborar.