Cumplir años es motivo de alegría, pero no debemos olvidar el año de cumple días que vivimos. Cada día que pasa, es un costoso reto que hay que superar para muchísima gente. Y al final de la dura jornada, demasiados ciudadanos parecen exclamar, con una mezcla de alivio y satisfacción: hemos cumplido un día más. ¡Felicidades!
La permanencia del CD Menorca en la División de Honor juvenil, fruto de una lucha constante, jornada tras jornada, peleando valientemente contra gigantes de la categoría, es una excelente noticia. Es un lujo ver este futbol de calidad y proyección en nuestra isla, rodeada de agua y dificultades por todas partes. Confirma que sigue habiendo cosas positivas que celebrar, y sugiere un posible camino a seguir. El camino de la racionalidad, no exenta de valor y entusiasmo.
Pero también vivimos rodeados por lo irracional, por el imperio de las vísceras y el rencor profundo e interiorizado. Y eso pudre cualquier cosa que toca. No se piensa ni se habla con la cabeza o el corazón, sino con la rabia y la violencia que suele incubar bajo sus cortas alas. Al final, todos salimos perjudicados. No existe diálogo, dijo Antonio Garrigues, condición imprescindible para que la democracia no pierda su digno nombre.
Como el tema de la lengua que, como casi todo en España, hemos politizado hasta llegar a lo insoluble y sin sentido. En las luchas por el poder, centralistas e independentistas se refuerzan entre si. Se necesitan para justificar sus posiciones excluyentes. Si se mezcla la animadversión con la filología "sui géneris", nace la "llengo" balear, que como la inteligencia balear o la corrupción balear, son productos autóctonos de esta tierra.
Tú me dices que te quieres separar de España, pues yo te digo que no hablo catalán separatista y estándar. Los disparates científicos van en aumento, pero los votos pueden conseguir que "la mare de Déu sigui Joana". La discusión racional deviene bizantina, entre gentes que no se pueden soportar mutuamente. Triunfa la intolerancia.
Hacemos leyes de educación como churros, porque no somos capaces de escucharnos ni ponernos de acuerdo en lo fundamental. La incultura es una lacra que se retroalimenta. Cuando en un país se discute hasta la Constitución, ese país no tiene fuerza suficiente para progresar ni energía para superar las dificultades. Falta cohesión interna. Nos ponemos la zancadilla unos a otros. Nos ofendemos y sentimos ofendidos a todas horas. Vuelven las dos o más Españas… más los que piden un Estado propio.
Plutarco dijo que la filosofía nos enseña a "no estar demasiado contentos en la prosperidad ni demasiado tristes en la adversidad…" y proponía educar, desde pequeños, la capacidad de escuchar, ya que "en el uso de la palabra, el recibirla es anterior al lanzarla". Bauzá y Wert deben ser prudentes en el arte de gobernar. No dejarse llevar por lo irracional que nos envuelve.
El ideal educativo de aquellos griegos antiguos, era hacer hombres y ciudadanos libres o racionales. Pero ¿Cuál es el nuestro?