Mario Alonso, cirujano y conferenciante, ofrecerá el próximo martes la segunda conferencia del II Foro Menorca "Porque ya nada será igual"
Es muy fácil engañarse a uno mismo. Al final y a base de repetirlas una y otra vez, todos nos acabamos creyendo nuestras propias mentiras. De esta manera tendemos a buscar fuera de nosotros las razones por las que las cosas no funcionan como tendrían que hacerlo. Decía San Juan: "La verdad os hará libres". Esta frase nos marca una dirección a seguir y que no es otra que la búsqueda de la autenticidad y la confrontación con nuestro propio autoengaño.
Como tendemos a buscar factores externos que justifiquen aquello que no funciona, ignoramos aquellas cosas que también han de ser corregidas en nuestro interior.
Todos sabemos que es más fácil vivir con la conciencia aletargada, porque hay verdades incómodas. En la época de Nerón, también las personas vivían con su mente aletargada. A base de pan y circo, aquella sociedad consiguió que se expresara lo peor que había dentro de ellos. Dejarse llevar por la corriente cuesta menos que ponerse a remar.
Cada uno de nosotros podemos hacer un ejercicio de autenticidad a la hora de ver en qué medida, no somos simples víctimas de lo que ocurre, sino también causa de ello. Solo si nos damos cuenta de que somos parte del problema, nos daremos cuenta de que podemos ser parte de la solución.
Dejarse llevar por la corriente cuesta menos que ponerse a remar.
Revisemos por ejemplo nuestras motivaciones. ¿No le parece a usted, estimado lector o lectora, que hay dos niveles en nuestras motivaciones? Es este uno de los lugares en donde se percibe con más claridad el autoengaño. Hay muchas veces en las que decimos que hacemos algo para aprender, para mejorar o para contribuir al beneficio de otras personas. Sin embargo, si reflexionamos, si miramos hacia dentro y nos preguntamos con honestidad: ¿Yo realmente por qué estoy haciendo esto?, posiblemente descubramos que por debajo de estas aparentes motivaciones, hay otras que son más profundas y que normalmente están ocultas incluso para nuestra propia consciencia. El controlar, el dominar, el ganar prestigio, el ser valorado y reconocido, el ser acogido, el formar parte de un grupo, pueden estar entre algunas de estas motivaciones más larvadas. No es mi objetivo enjuiciar si estas motivaciones son buenas o malas, sino simplemente invitar a que nos demos cuenta de si son las que realmente están moviendo nuestra conducta.
Una mujer se quejaba cada día a su marido de la vecina que vivía enfrente. Lo que tanto le molestaba era que aquella mujer siempre colgaba a secar una ropa que estaba todavía sucia. Un día, el marido con un trapo limpió la ventana a través de la cual su mujer miraba. La suciedad no estaba en la ropa, sino en la ventana.
Todos nos damos cuenta con mucha facilidad de los errores en la percepción que cometen los demás y sin embargo, estamos muy ciegos frente a los propios. En un curso de liderazgo que impartí hace años, uno de los directivos se quejaba de que su gente jamás le hablaba con confianza. Todos los presentes menos él podíamos entender perfectamente la razón. Su forma de ser era enormemente autoritaria. La verdad sin compasión es crueldad. Con respeto, afecto, y verdadera intención de servir, todos podemos ayudar a otros a descubrir lo que de momento ellos no ven. Con humildad, compromiso y deseo auténtico de conocer, todos podemos pedir ayuda a otros, para que nos ayuden a descubrir lo que para nosotros hasta ahora, permanecía oculto.
Los seres humanos somos como ángeles que solo tienen un ala. Para poder volar, hemos de apoyarnos unos en otros.
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P.D. Artículo publicado en "El Confidencial" y cedido por Mario Alonso.