Hubo estudios importantes durante el Mercantilismo, aunque algunos autores hablan de que la madurez de la ciencia económica se alcanza en la segunda mitad del siglo XVIII. Por entonces se hace crucial el fundamento antropológico de la Economía. Se trata de discernir si se trata de un humanismo trascendente o bien de corte individualista, propio de los ilustrados deístas. La doctrina de Quesnay alcanza a la totalidad económica, mediante convicciones en parte sensistas y en parte cartesianas. La economía se presenta como una ciencia de las leyes universales, desligadas del análisis histórico.
Para entender a Adam Smith conviene referirse a la Ilustración deísta surgida a finales del siglo XVII. El deísmo plantea tácita o expresamente que la fe y la ciencia trascurren por vías completamente separadas. Si bien calificamos al XVIII de siglo de la Ilustración, en este tiempo emanó la filosofía de Kant. Se promueve un ateísmo digamos incoado, pero no acabado. Se dice que el hombre es una máquina que reflexiona sobre sus propios movimientos. Conforme Paul Hazard los deístas consideran la sociedad humana como prenda de ricos, el éxito como norma de lo justo y lo injusto, la probidad como una cuestión de placer o de conveniencia y el mundo como patrimonio de egoístas hábiles. Su base utilitarista proviene de Descartes y está en Locke y en Hume.
El doctrinarismo liberal capitalista tiene su fundamento en la "Riqueza de las Naciones" de Adam Smith (1776), aunque sus bases teóricas están esbozadas en una obra anterior, la "Teoría de los sentimientos morales" (1759). Otras posturas de la escuela clásica son más difusas como la de David Ricardo. La "Riqueza de las Naciones" fue criticada por A. Comte y los positivistas, así como por la Escuela Histórica alemana. Los primeros decían que era una doctrina idealista y por tanto errónea; y los segundos decían que entre las ciencias históricas y las exactas había un abismo infranqueable. A la postre Alfred Marshall a finales del XIX ya no se encuentra en la línea del liberalismo clásico, el cual será reformado por Keynes en su "Teoría General" (1936), adoptando la filosofía del realismo crítico mediante la concepción de un circuito económico y monetario de origen histórico, con el precedente Knut Wicksell y al servicio del empleo laboral como objetivo más importante.
David Ricardo y Jean B. Say serían criticados por sus contradicciones. Schumpeter critica a Smith, pero acepta que fue un gran sintetizador. El sensismo continuó en la época de Smith, con la búsqueda de la esencia del hombre, reducida ya entonces a impresiones psicológicas. Sus principios eran la utilidad y la asociación de ideas interrelacionadas; pero ello no encajaba con la conciencia del deber.
Hutcheson, maestro de Smith, había incurrido en la contradicción de consolidar la índole moral como un sexto sentido. Smith niega la capacidad de trascendencia del hombre, principio clave, como vimos del realismo crítico y mantiene una concepción puramente mecanicista y naturalista de la sociedad. Considera a ésta como un puro intercambio de servicios entre sus miembros; pero que el orden social, con sus componentes o grupos, descansa en la simpatía con que se mira a los ricos y poderosos, hasta el extremo de obedecerles.
Adam Smith admite la oposición entre el orden económico basado en el egoísmo individualista -acción mecánica de los intereses personales- y la justicia social. El crecimiento económico responde a la libre búsqueda de la riqueza individual y las cortapisas morales interpretadas por la autoridad pública, en términos tradicionales, no serán perturbadoras. Ello se funda en la visión compartida de todos los rangos sociales respecto al bienestar corporal. Su concepto de libertad meramente individualista está impregnado de la filosofía de la fuerza.
El autor de la "Riqueza de las Naciones" señala que el intervencionismo estatal no restaura nunca el equilibrio perdido entre producción y consumo. La libre concurrencia, por sí misma, restablece el orden. El reequilibrio lo causa el movimiento de los precios, que actúa por mecanismos automáticos. Distingue entre valor de uso y valor de cambio, que considera tan objetivo el uno como el otro. Se trata siempre de utilidad social del objeto y no distingue la utilidad abstracta de la concreta. El problema de Smith es el valor de cambio.
En ocasiones habla Smith de horas-trabajo incorporadas al objeto; en otras, de las horas-trabajo ahorradas por el consumidor para adquirirlo. Es una aporía muy llamativa. Ricardo y Marx solo aceptarían el trabajo incorporado. Para mayor confusión deduce que el trabajo como medida es un valor invariable; pero como también se estiman las cualidades, esto es, la utilidad que depara al consumidor, existe, pues, un índice de variabilidad indefinible. Considera, en un plano evolutivo, el salario del obrero en un primer estadio, el beneficio en un segundo y la renta de la tierra en un tercer estadio.
Tenemos que el beneficio se regula en función del capital empleado y no remunera ningún trabajo. Y la renta de la tierra tampoco, pues los propietarios recogen donde no han sembrado ellos personalmente. No hay relación entre el "precio natural" y sus costos en trabajo. El precio real o de mercado puede estar por encima, por debajo o a nivel del precio natural; pero Smith dice que por la ley de la concurrencia, los desequilibrios duran poco tiempo, forzando a los precios para volver al nivel de costo.
Adam Smith en la "Riqueza de las Naciones" en cuanto a la distribución de la renta se limita a esbozar un diseño poco definido, a diferencia de su descripción del proceso productivo. El salario, como en los fisiócratas, queda en un mínimo vital, a la pura subsistencia de los obreros. Smith considera el mercado de trabajo sometido a las leyes de la competencia como una mercancía más, en un marco conceptualmente contradictorio. Este es un problema también de buena parte de los economistas neoclásicos. El giro keynesiano al realismo crítico, más de cien años después, enfocaría el empleo como objetivo de la Economía política.