Hoy, mediado ya el límpido septiembre menorquín del año de gracia 2013, rendidas las más correosas resistencias, entregadas las últimas llaves de la ciudadela que hasta ayer permanecía en poder de los malos, podemos proclamar con orgullo a los cuatro vientos la buena nueva: la desigual batalla de La Solana ha concluido.Las heroicas fuerzas que tiene el estado dispuestas en Palma, con su destacamento en el Puerto de Mahón han manifestado ante los medios, tras la mítica victoria lograda, y sin mostrar el más mínimo azoramiento: "Ignoramos el uso que se dará al terreno conquistado, nos limitamos a cumplir con la ley".
Nosotros en cambio intuimos perfectamente el paradigmático uso que se dará a los edificios recuperados al enemigo: una esclarecedora pista nos la puede brindar la suerte que corrieron previamente las fortificaciones que con anterioridad fueron sometidas al vanguardista tratamiento DI (Derribo Inteligente), como la langostera del Fonduco.
Precipítense los operarios a tapiar puertas y ventanas. El estado es muy profesional, y de ninguna de las maneras va a arriesgar la vida de inocentes víctimas que ocasionalmente visiten las ruinas que se formarán con toda seguridad en lo que antaño constituían contra natura viviendas cuidadas amorosamente por sus moradores, y que en su pulcritud ensuciaban la imagen de nuestro puerto.
Un observador cegado por los más bajos prejuicios podría sacar la conclusión de que el Puerto de Mahón no goza del amor maternal que le debería profesar su cuidador; que más bien pareciera haber caído en desgracia dentro de su propia familia, quien preferiría ver engordar a su hermano ciudadelano y que (según esta delirante interpretación) procuraría con diligencia que no se creen molestias o perjuicios a su padrastro palmesano. Un apasionado antisistema acusaría a los padrinos menorquines del Puerto (el Consell y el Ayuntamiento de Mahón) de haber jugado tradicionalmente el papel de inanes observadores del tablero de juego mientras se perdían piezas como los amarres del Club Marítimo de Mahón (un radical se preguntaría quizás si en este caso también se limitaron a cumplir la ley) o la actividad comercial naviera, por no hablar del Lazareto, dirían, y de su próxima previsible incorporación al patrimonio ruinal.
Atendiendo al cariz que vienen tomando los acontecimientos, me atrevería a sugerir algunas ideas que podrían agilizar los tempos dentro de esta labor meticulosa que consiste al parecer en desmantelar metódicamente el puerto: Sugiero que se practiquen varias incisiones en el acantilado que hagan juego con la que ya se materializó con gran pericia en Sa Punta des Rellotge; propongo así mismo que se deseque la rada y se instalen en el espacio ganado al mar unas cuantas rotondas y un pequeño y coqueto polígono industrial rodeando la Isla del Rey, que renunciaría a su condición de isla, naturalmente. Podría instalarse también en el espacio ganado a las aguas un Centro de Interpretación de Ruinas del Expuerto (CIRE). Además quedaría espacio para un laboratorio, gestionado en formato comisiones de investigación (como las tremendamente resolutivas del Congreso de los Diputados, sin ir más lejos), dedicado a la búsqueda de culpables en asuntos como Cesgarden, por poner un ejemplo baladí. Esto brindaría unos excelentes y bien remunerados puestos de trabajo a varios cuñados de esos que no caben en las diputaciones o en el Senado, y de esta manera matamos varios pájaros de un tiro.
Podría implementarse también (yo es por dar ideas) un recorrido turístico (propongo que en tractor) que recorra las rotondas de nueva planta (el concepto "rotonda" podría perfectamente operar como singular icono de la reserva de la biosfera) que adornarían el antiguo espejo de agua y que recorra a continuación la ruta Mahón /Sant Lluís para que el visitante pueda construir sus propias hipótesis observando dos edificios que han corrido suertes tan dispares como la cárcel, que contra todo pronóstico consiguió los permisos necesarios en tiempo record y el vetusto caserón, vecino de la Cruz Roja y que antiguamente fue hospital, que a fuerza de esperar (inútilmente, como es lógico) los permisos necesarios para convertirse en geriátrico se pudre con las mismas garantías de irreversibilidad que sus parientes portuarios.
A veces las actuaciones cargadas de inteligencia son tan difíciles de comprender como aquellas que perpetra la ciega aleatoriedad, la incompetencia o incluso la manipulación interesada con inconfesables fines; pero esto, lejos de significar que estamos en manos de las personas equivocadas, significa que nuestra falta de conocimiento y criterio nos impide valorar los desvelos de nuestros regidores, que en todo momento batallan sin desmayo por nuestro futuro, dejando por ello, un día sí y otro también, en manos del azar la protección de sus propios intereses.