El otoño se ha instalado en nuestras vidas intentando empujar a un verano que se resiste a irse a otras latitudes. El sol luce y las temperaturas todavían invitan a disfrutar de unas playas en las que los turistas han ido desapareciendo. Tarde o temprano llegará la primera tormenta, transformando un paisaje que se volverá gris, mientras los árboles de hoja caduca dejararán una alfombra de restos vegetales que crujirán a nuesto paso. Tradicionalmente es tiempo de melancolía y de volver a las rutinas. Pero este año el conflicto educativo ha alterado el inicio de curso y el orden familiar, Dejando de lado este tema (demasiado ruido y además hoy no me apetece), mi atención se centra en el fin de la temporada veraniega aprovechando el I Foro Turismo y Naturaleza. Desde las administraciones se está intentando reactivar la primera industria menorquina. En las últimos años se han hecho algunos avances para alargar el tiempo de negocio, aunque se han visto perjudicados por la crisis . Ahora llega el momento de los balances y contabilidad de visitantes. Las cuentas son fáciles. El turismo nacional baja, el extranjero mantiene el tirón y la oferta complementaria aguanta como puede la penitencia. Haciendo unflashbackme veo hace casi dos décadas hablando con el bueno de Emili de Balanzó, pipa en mano, en la sede del Fomento del Turismo del Carrer Nou sobre cómo lograr atraer viajeros más allá de seis meses (¡quién los pillara ahora!). Desde entonces ha llovido mucho y se han emprendido acciones promocionales con más o menos éxito, para llegar al final a donde estábamos ayer.
El Govern anuncia una campaña «potentísmima» para frenar la «sangría» del turismo nacional. Vale. Es como cuando mi madre dice al ver el famoso león de la Metro Goldwyn Mayer: «Esta película ya la he visto».