El conflicto de las últimas semanas en el ámbito de la educación ha mostrado algunas ideas originales y ha ratificado viejos axiomas. Entre las novedades, la organización alternativa de los docentes, en asambleas; de los estudiantes, con la aparición de nuevos colectivos, y de los padres, con un papel protagonista, por fin. Los sindicatos generalistas no han tocado bola y los específicos de educación han descubierto la competencia. Creo que este movimiento es indicativo de la insatisfacción que provocan las estructuras tradicionales, la necesidad del cambio o como mínimo de la renovación. No quiero cuestionar a muchas personas comprometidas con esas organizaciones, pero sí es interesante que tengan capacidad de autocrítica.
Lo que no ha cambiado, y es preocupante, es la dinámica política. El peso de la fidelidad relacionado con el cargo retribuido es uno de los obstáculos para la descontaminación de la democracia real. ¿Cuántos políticos del PP no están de acuerdo con la actuación de la Conselleria con la forma de aplicar TIL? ¿Cuántos han expresado esta disconformidad?. La discrepancia debería enriquecer el sistema de partidos y cuando no se produce es porque algo importante no funciona. En el conflicto de la educación, los partidos han perdido la oportundad de hacer lo mismo que los docentes, los estudiantes y los padres, buscar nuevas formas de participar en la vida pública.
Si recurrimos a los tópicos, todos hemos oído decir que se aprende más de una derrota que de una victoria, que ayuda más a mejorar una buena crítica que un aplauso fiel.
Yo creo que el presidente del Consell es un político que no busca el enfrentamiento y trabaja para hacer las cosas bien. Sin embargo me gustaría verle discrepar más. No sé si es un requisito, pero un mérito, seguro.