Como estos días paso bastantes ratos muertos mientras espero a mi hija a la puerta del colegio, y como mi cerebro (al igual que cualquier otro) no conoce descanso (fuera de la siesta) he estado pensando a la deriva, opción que tengo instalada por defecto en mi sistema operativo mientras no huela a humo o no aparezca un aviso de carta certificada en el buzón, casos ambos en los que se activa de serie el sistema límbico, inyectando una dosis suficiente de adrenalina capaz de interrumpir las erráticas divagaciones que tanta compañía me hacen en momentos de abstraída placidez.
Pero no nos vayamos por las ramas. El caso es que divagando, divagando, he dado con una estrategia que si no consiguiera torpedear, al menos podría incordiar un poco durante la próxima edición de la "ceremonia para la gran tomadura de pelo" que imagino estarán ya diseñando los partidos políticos de cara a las elecciones europeas, ya que aunque los partidos no suelen ser previsores a la hora de solucionar nuestros problemas, sin embargo para sus asuntillos (y las elecciones constituyen su asuntillo predilecto) comienzan a mover el culo con sorprendente antelación.
Ya podemos imaginar por ejemplo cómo para la ocasión Rubalcaba no dejará de mencionar los sobres en casa del sobrado mientras la Cospe y Floriano recordarán los ERE en casa de flamante senador, quién por su parte materializará durante esos días tan señalados un elegante mutis por el foro, no le vaya a salpicar alguna gota de caca que sin duda esparcirá el ventilador, que al parecer es el único aparato del estado que no ha perdido fuelle (el día que lo desactiven será sólo para pactar un "pelillos a la mar", o sea, un irse -todos- de rositas).
También sería de suponer que Arturo Primero de Cataluña eluda comentar las cosas tan raras que han estado pasando en su feudo con la pasta mientras se centra en otras cuestiones más coloristas como la consulta y tal. No creo por otra parte que Urcullu decline la invitación que el río revuelto le proporcionará para ibarrechear un poco. En fin, las batallitas de costumbre, nada serio que nos ataña, porque lo que sí nos atañe, como sin ir más lejos serían los desfalcos sufridos, no encontrarán buen momento para su reembolso, su mención se usará eso sí como munición, sin la más mínima intención por parte de nadie de hacerse responsable.
En el capítulo de promesas, aparentemente lo tendrían más crudo los postulantes, pues allí donde gobiernan la cagaron con pareja maestría; pero no crean, se les ocurrirán nuevas ideas, esto es, viejas cantinelas repintadas con los colores de moda (morro no les falta).
En resumidas cuentas, que nos veremos abocados a seguir votando a partidos, no a individuos que den la cara. La opción B sería no votar, pero esto, que en principio es lo más apetecible, tampoco resulta demasiado útil: aunque el nivel de abstención se acercara al ochenta por ciento eso no haría mover un músculo de la cara a quienes, ciegos, se afanan febrilmente a posicionarse en la parrilla de las listas cerradas.
Y aquí entraría mi estrategia: hasta que no se establezcan listas abiertas ( y eso no sucederá por iniciativa de los partidos, del mismo modo no sucederá que Ordoñez devuelva por amor propio el sueldo cobrado mientras no supervisaba lo que tenía que supervisar, ni Rato indemnizará a nadie- si no le obligan- por la avería en Caja Madrid, ni CCOO y UGT harán nada por devolver el trasvase de los ERE etc etc…) hasta que no se implanten, iba diciendo, listas abiertas, yo no votaré al partido que proyecten como ganador las encuestas (sea cual fuere) sino al partido cuya ascensión en intención de voto resultase más incómoda para el primero (si he de hacer de tripas corazón, puedo prometer y prometo que lo haré)
Si todos practicásemos esta modalidad de voto , las cosas desde luego seguirían como están, puesto que la realidad nos viene enseñando que gane quien gane perdemos nosotros, pero al menos la campaña tendría un plus de emoción , conveniente en unas elecciones, como las europeas, que van en cabeza en el ranking de muermo.