Estoy de un preocupado... Ahora resulta que el gobierno de los Estados Unidos ha dedicado sus infinitos y caros recursos de inteligencia a espiarme las conversaciones del WhatsApp. Me doy cuenta que quizás he hablado demasiado por el maldito cacharro móvil, confiándome en que la charla quedaba entre yo -el emisor- y tú -el receptor-. Pero ahora resulta que en mitad del proceso comunicativo observaba, con un talento y una eficacia discutible, un superespía de esos que parece que solamente existen en las producciones multimillonarias de Hollywood. O lo que es lo mismo, una verdulera cotilla yankee, al que solamente le faltan los rulos en la cabeza, ir en bata, la revista «Pronto» en la mesita, «Sálvame Deluxe» en la tele y una habilidad sospechosa con el ganchillo.
2 menuda decepción se habrá llevado el muchacho, en cuestión. Entre chistes malos contra el Real Madrid, cadenas de mensajes de esas que si las rompes te aseguran que te saldrá del móvil la niña diabólica del «Exorcista» y devorará tu alma sin piedad y algún que otro vídeo de tetas y culos -A estas alturas negarlo no sirve de nada-, a mi «uasap» le falta mucha chicha para ser digno de los esfuerzos de la NASA, del Pentágono o del mismísimo Papá Noel.
La verdad es que tengo miedo de salir a la calle y que me apunten en la frente con un puntero rojo propio de un rifle de francotirador porque en julio protagonicé un atentado bioterrorista contra la humanidad. Digamos que la cena no le cayó demasiado bien a mi perro y tuvo que aliviar tensiones en mitad de una tanca. Quizás hice mal en comentarlo con mis amigos y ahora los estadounidenses poseen la información. Ellos y el puñado de vacas que por ahí pastaban plácidamente.
El pulso me tiembla y me cuesta escribir estas líneas, amigo lector, porque me he bajado de internet algunos capítulos de «Cómo conocí a vuestra madre» ya que me tiene hasta las narices lo de no saber quién es ella y los he comentado con algunos contactos. Sé que la espada de Damocles sobrevuela mi cuello. Oconociendo a estos malditos yankees, puede que la espada sea el sable de luz de Luke Skywalker. Por hacerlo más espectacular, digo.
Bromas a parte, la idea de que Obama y sus amiguitos nos espíen en el día a día horroriza. No sé si hasta el punto de modificar nuestro comportamiento, pero si el espía que tiene asignado mi caso me está leyendo ahora mismo, que me haga el favor de comprarme leche, que se ha acabado en casa. Aunque conociéndole, seguro que ya lo sabe y me la encuentro en la nevera. En el fondo es un ángel el chaval.
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