El martes fue un día agitado informativamente hablando: estadísticas del paro, la trifulca en el Parlament por los lazos y símbolos, la rectificación del ministro Wert sobre el Programa Erasmus, el cierre de la Radio Televisión Valenciana y a nivel más local el conflicto que se vive en el sector del taxi.
Evidentemente, pasaron muchas más cosas, pero yo me quedo con una cifra: 6.868. Es un número que en abstracto resulta curioso e incluso atractivo para jugar al «Gordo» de Navidad. Pero no. Es un guarismo que contiene 6.868 historias de personas que en el pasado mes de octubre no tenían trabajo y que se enfrentan a un futuro incierto.
Las estadísticas son frías. Ayer se analizaba este dato como positivo, ya que el paro interanual en Menorca encadena 12 meses consecutivos de descensos.
Es sin duda una buena noticia, menos para los que están desempleados. A estas personas no les consuela mucho las previsiones a corto o medio plazo tipo Montoro, quien afirma que se creará empleo en los primeros meses de 2014. El problema es el presente y el horizonte diario de una nevera vacía.
En este sentido, es diferente la macroeconomía y las microfinanzas del ciudadano. No es de extrañar, pues, que el sondeo del CIS, correspondiente al mes pasado, refleje que el dúo formado por el paro y los problemas económicos sean las principales preocupaciones de los españoles. La corrupción ha caído al tercer puesto (que no está mal) y no sorprende que la sanidad y la educación se mantengan en los puestos altos del ranking.
Volviendo a los 6.868, poca alegría individual les da que en 2012 fueran 7.086. Por ello, hay que insistir en las políticas de la Administración -como se dijo ayer en el Parlament- para fomentar la ocupación. Al mismo tiempo, la solidaridad es la madera que se debe ofrecer, como mínimo, al náufrago del mercado laboral.