Hay varios modos de ir de juerga nocturna canalla. Se pueden pagar los refrescos adulterados con el formato cada uno lo suyo, para mayor pesar del camarero. Otra opción es el bote, con miradas furiosas al que pide consumición pijotera. Y las rondas, en las que el más chulo saca primero la cartera y el más agarrado que un chotis se va quedando rezagado a la espera de que la noche acabe antes de que llegue su turno.
La cohesión del grupo, el nivel de amistad entre los crápulas nocturnos, es fundamental para decidir el formato. Si hay confianza, se perdonan agravios, se comprende al que menos tiene y prima el buen ambiente, no hay problema en usar las rondas. Pero si existen recelos o la amistad es tierna, mejor optar por cada uno lo suyo.
En los servicios públicos de la Isla hay dos formatos. Cada uno se paga lo suyo en la limpieza viaria, la recogida de basuras, el agua... En otros servicios se hace un bote peculiar, donde se paga en función de lo que se bebe y uno, el que organiza la fiesta, no consume pero pone la mayor parte, el Consell. Las rondas se descartan para evitar las guerras civiles entre pueblos.
El bote insular no ha sido nunca una balsa de aceite. Que si yo no tengo playas, sí pero tus vecinos en algún sitio nadan... Íbamos tirando, más que nada porque era lógico pensar que a más volumen de consumo, mejor precio nos hacía el barman y con más rapidez ponían las copas. La tendencia, inspirada por el sentido común, parecía ser la ampliación del bote a cada vez más servicios. Ahora los amigos han discutido, como no, por el maldito dinero. Harían bien en arreglarlo pronto, porque no está en juego solo una juerga, que no es poco, sino una amistad provechosa que debe ser para toda la vida y, a poder ser, con un bote incluso para ir al super y pagar la gasolina del 'buga'.