"Para qué? ¡Al carajo!".
El que preguntaba y se respondía era, para ti, un perfecto desconocido. Al igual que su interlocutor. Aunque conoces la situación en la que se produjo ese pedazo de conversación —y hasta su contexto- los ocultarás de momento, no vaya a ser que el lector pierda el interés y deje, ya, a tus 375 caracteres textuales, de leerte. Nadie desvela la personalidad del asesino en las primeras seis líneas. No obstante, los buenos constructores de relatos policiacos dan pistas. Sabes que tú, pobre diablo, distas mucho de ser Agatha Christie, pero no por ello permaneces incapacitado para ofrecer a tus seguidores (¿los tendrás?) algunos indicios sobre el asuntillo. ¿Siguen ahí? Esperemos que sí… ¡Bien! Supongamos que hablas de España o de lo que sea ya esto. Supongamos que uno anhela hacerse famosillo, que no famoso (para lo segundo se necesita talento, para lo primero solo lamento). Supongamos que ese aspirante al estrellato no sabe qué hacer para conseguirlo. Supongamos que te consulta… ¿De acuerdo? Y supongamos, finalmente, que estás por la labor… Existen, a tu entender, diversas opciones:
Opción A.- «Con un funeral me apaño». Se miran las esquelas de una gran ciudad. Preferentemente, Madrid. Si los fallecidos no son relevantes, otro lunes al sol. Pero si el que la ha espichado es conocido, entonces se impone una visita al cementerio o al tanatorio. Objetivo: colocarse cerca de alguna celebridad y chupar cámara. Con suerte uno podrá colarse en alguna portada. De ahí que muchos velatorios se asemejen más a un casting que a un acto de luto. Por los camposantos de las urbes desmadradas desfilan, sí, con frecuencia, actrices y actores de tercera, efímeras glorias de inexistentes artes que así, en actos tan piadosos, reviven momentáneamente.
Opción B.- «Permanentemente jóvenes». Uno ingresa en las nuevas generaciones de uno de los dos grandes partidos nacionales y se eterniza en él. Requisitos: darle a la sin lengua en plan adulador. No se necesita ni el Graduado Escolar, ni el B2 de inglés, ni ná de ná… Pero de esa vía al Olimpo ya has hablado hasta la saciedad y no se trata de cansar a tus lectores (¿los tendrás?)
Opción C.- «Flex». Por lo del colchón. Método vulgarmente conocido con el nombre de braguetazo. Posibilidades: una duquesa (imprescindible tener buen estómago); una tonadillera; una amante de un torero, etc.
Opción D.- «Cuestión de vísceras». El opositor a famoso procurará entrar en una tertulia. En este caso tampoco es imprescindible tener cultura o criterio o tolerancia o capacidad argumentativa o talento u oratoria o gracia… Lo único que se precisa poseer es una potente voz. Gana el que más grita. Por ende, uno se muda en experto en todo: en justicia, en cultura, en política, en deporte… ¡Ay! Se recomienda, en este sentido, y de manera encarecida, Intereconomía o sucedáneos…
Opción E.- «El día de la marmota». Si ha funcionado la opción C, pactar y vender a los medios de comunicación, sucesivamente, una separación y una reconciliación; una separación y una reconciliación; una separación y… Sistema infalible para mantenerse en el candelero y hacer cash.
Opción F.- «Tu mano izquierda sí sabe lo que hace tu mano derecha». Un acto de caridad con publicidad siempre vende. Paso previo: ser ya famoso. Regalar una camiseta firmada evita tener que reducir el saldo de un paraíso fiscal y, a la vez, uno se muestra como un santo. La visita a un niño enfermo, el regalo de un objeto personal que probablemente se aborrece o la asistencia a una cena benéfica surten el mismo efecto. Imprescindible: no tener conciencia o haberla dejado en la guardarropía del restaurante…
"Estudiar? ¿Trabajar? ¿Para qué? ¡Al carajo!" —le preguntaban a un chaval y él se contestaba-.
Y es que, efectiva y desgraciadamente, en este país de charanga y pandereta, uno se puede apañar perfectamente con un sencillo funeral… Entonces, ¿pà què?.