En el año 2010, los investigadores Ernest Abel y Michael Kruger de la Universidad Estatal de Wayne (Detroit) publicaron un artículo en la revista «Psychological Science» en el que analizaban la conexión de la sonrisa con la longevidad. El material de estudio fueron 230 fotografías de jugadores de béisbol que figuraban en el registro oficial de 1952 de las grandes Ligas de Norteamérica. Los deportistas fueron clasificados en tres categorías: 1) los «sin sonrisa» que miraban impasibles a la cámara; 2) los «sonrisa parcial» si solo activaban los músculos alrededor de la boca; y 3) los «sonrisa plena» cuando la boca, las mejillas y los ojos participaban en el gesto. A continuación, los investigadores relacionaron estos grupos con los datos que obraban en el registro oficial como, por ejemplo, peso, estatura, estado civil, índice de masa corporal o constitución física. Las conclusiones del estudio fueron sorprendentes. Aquellos jugadores afortunados que lucían ante el fotógrafo una sonrisa plena habían vivido de media siete años más que los que no sonreían y cinco más que los que simulaban sonreír. Los investigadores encontraron, por tanto, una conexión entre el grado de supervivencia y la longevidad hasta el punto de que los jugadores que no sonreían de verdad tenían solo un 50% de probabilidad de alcanzar los 80 años. Curiosamente, cuando se publicó el estudio alguno de los jugadores sonrientes seguían viviendo mientras que los que desafiaban a la cámara con una pose triste y alicaída habían engrosado las listas de mortalidad del año. Lo más interesante del estudio es que reafirmaba la tesis de que las emociones tienen una relación con la salud mental, la salud física y la longevidad porque una sonrisa expresa una «disposición emocional subyacente».
Es posible que la sonrisa sea el mejor deporte que tenemos los humanos. Cuando sonreímos se contraen quince músculos faciales, el diafragma, el abdomen e, incluso, algunas personas -más entusiastas, desde luego- mueven los brazos y las piernas. La frecuencia cardíaca se dobla, aumenta la presión sanguínea y la respiración se hace más rápida y profunda. Se activa la producción de beta-endorfinas, un neurotransmisor cerebral que tiene un efecto analgésico que modera el dolor. Todo este proceso tiene un elevado coste energético, es decir, consume muchas calorías en el moderno lenguaje de la dieta. Quince minutos de risa continuada producen tanto desgaste como una larga carrera o un paseo con bicicleta. ¿Podría ser la solución del futuro? Usted ya no tendrá que estar tres horas en el gimnasio escuchando música que no le interesa para poder lucir tipo en la playa. Los médicos del futuro le recetarán varias sonrisas al día. No tendrá contraindicaciones, salvo provocar el mismo gesto en las personas de su entorno. Podrá empezar su terapia sin necesidad de leerse el prospecto del medicamento. Si un día abusa de esta nueva medicina, no tendrá que ir al médico.
A medida que vamos creciendo, perdemos paulatinamente nuestra capacidad de sonreír. Un niño sonríe unas 400 veces al día. Nosotros, los adultos, unas 80. A veces, cuando las cosas se nos han torcido, no sonreímos ni una sola vez. Sin embargo, estamos predestinados a ofrecer nuestra sonrisa al mundo. Diversos estudios acreditan que los fetos ya sonríen cuando se encuentran en el útero materno. Sonreír es un acto universal que demuestra que estamos vivos. Cuando una persona sonríe, se convierte en un imán de energía positiva que atrae buenos pensamientos y mejores intenciones. La sonrisa nos ayuda a tener una mejores expectativas de futuro y a construir las condiciones necesarias para lograr nuestros objetivos. Nos ayuda a prevenir enfermedades y, cuando estamos convalecientes, nos reporta energía adicional para recuperarnos antes. Una sonrisa en el trabajo aumenta nuestra empatía con los compañeros al ofrecer una imagen apacible de nosotros. Hacer reír a los seres queridos enriquece nuestros vínculos afectivos. Y, por si fuera poco, nos ayuda a construir un mundo mejor pues -como decía María Teresa de Calcuta- «la revolución del amor comienza con una sonrisa. Sonríe cinco veces al día a quien en realidad no quisieras sonreír. Debes hacerlo por la paz».