Es difícil mirar las esquinas de las fotos. Vivimos en un estado que tiende al monocultivo ideológico. El foco abrasa el centro y deja en penumbra la periferia. Todos juntos y mirada al frente, al que se salga de la perspectiva convencional le tachan de demagogo o ignorante y tira milla. Agrupados por la calle de en medio, la más transitada, la más anodina, la más gris, porque en ella los humanos cada vez hablan menos y wasapean más.
Por miedo al dedo acusador, a la crítica de espaldas, al susurro malintencionado, al que dirán o que harán, por un imposible «me quiero llevar bien con todo el mundo», no mearás fuera del tiesto, no serás la nota discordante, no perderás las formas, sus formas, en definitiva no te harás notar ni te implicarás demasiado por si acaso.
Como se empeñan en poner el foco en la defensa a ultranza de la Guardia Civil, como si alguien la hubiera atacado, se olvidan de investigar porque murieron quince personas intentando llegar a nado a nuestro país. Se olvidan de mirar las causas que hacen que personas desesperadas salgan de sus países jugándose la vida para lanzarse contra una alambrada. Se olvidan por tanto, de la explotación, de la guerra, de la miseria, de las hambrunas de esos países de origen motivadas en parte por la ambición feroz del llamado, hasta ahora, primer mundo, de todo eso nos olvidamos.
Como pusieron el foco en la anécdota de si la Infanta iba a pie o en coche a los juzgados, se olvidaron de que la casa real está tocada por presuntos casos de corrupción, que la Infanta llevó una vida de lujo junto a su marido, que sus ingresos procedían de dinero público, dinero público que ahora falta para casi todo lo importante. Que el rey de este país pidió esfuerzo y sacrificio a todos los ciudadanos y al poco él se fue a cazar elefantes a África, de todo esto se olvidan, o quieren que nos olvidemos.
Como ponen el foco en la prima de riesgo, se olvidan de que el precio pagado por bajar esa artificial cifra ha sido la malnutrición infantil, el cierre de camas de hospital, el desmonte de la educación pública, el abandono de las personas con discapacidad, el desahucio de miles de personas, la desaparición de los derechos laborales, el recorte en libertades y el crecimiento exponencial de la pobreza y de las desigualdades. Miles de personas sacrificadas en el altar de los especuladores y corruptos, pero ni se les ocurra hablar de esto, no sean pájaros de mal agüero. Deben ser emprendedores, positivos, vitales, deben vivir en una eterna noche de fiesta y lentejuelas, deben impregnarse del espíritu de Norma Duval y Mario Vaquerizo, referentes de añejos y modernos muy felices. Traguemos con su visión del mundo como los niños tragaban quina en posguerra, sin rechistar.
2 En una reciente fiesta de carnaval donde muchos bailaban y muchos reían unas cuantas mujeres iban recogiendo los vasos de plásticos, los restos de comida y barriendo el confeti que los demás dejaban. Nadie, queridos lectores se fijaba en ellas, nadie las veía, Eran tres, dos de mediana edad y una más mayor de pelo blanco y espaldas anchas de trabajo y lucha vital. Los rostros serios y cansados, iban juntas de un lado a otro del espacioso local público limpiando las porquerías de todos, profesionales, dignas. Nadie las veía, pero sin ellas más de uno hubiera acabado ahogándose en su propia mierda y la fiesta no hubiera sido lo mismo. Que tomen nota los que mueven los hilos: sin los invisibles no sois nadie, pongamos en ellos los focos.