Tener una cita contigo aquí cada sábado convierte lo nuestro en una relación. Tenemos nuestros más y nuestros menos, no siempre coincidimos, nos enfadamos y hasta alguna vez nos aseguramos que será la última ocasión en la que nos leemos. Pero al final se nos pasa y acabamos reconciliándonos. Otros sábados coincidimos tanto en el punto de vista que hasta casi parecemos enamorados acaramelados en esa fase de la relación en la que todo es cuqui, fofi, chuli y parece que al mundo lo ha teñido una densa e inaccesible capa de color rosa tejida con pelo de unicornio virgen. Nuestros encuentros, dependiendo de tu nivel de lectura, son más o menos breves y dependiendo del nivel de mi espesura creativa cuando me siento a escribir son más o menos satisfactorios. Porque, para qué te lo voy a negar, también sufro algún que otro gatillazo. Lo sabes bien...
Creo que nunca te he explicado cómo llegamos a este punto sábado tras sábado. A estas alturas ya sabrás que soy una persona curiosa y me paso las 24 horas del día atento a la mayoría de las cosas que pasan a mi alrededor para analizarlas desde un punto cómico y simpático para luego transmitírtelo. A veces me pasa como a ti, que estoy indignado, me pillas cabreado y me vengo arriba mentando a éste o al otro.
A lo largo de la semana, voy seleccionando temas que pueden darnos juego para que nuestra cita, a diferencia de otras citas que se gestionan a través de estas páginas, no sean aburridas, monótonas y propicien que acabemos hablando de nimiedades como el tiempo. A veces conectamos, otras mis intentos caen en un saco roto y prefieres largarte antes de hora, abandonándome a medio discurso. No te culpo.
La verdad es que se hace complicado cumplir a rajatabla con la obligación que nos une ya desde hace unos cinco años. Cuesta sentarse a escribir y que ni el monólogo ni el tema te resulte soso, aburrido o, en el peor de los casos, repetitivo. Te he contado tantas cosas que ni aunque dedicara una tarde a repasar mentalmente los temas tratados llegaría a una décima parte de las cosas de las que te he hablado.
Nos sucede como a las demás parejas, el paso del tiempo no perdona y no somos las mismas personas que el día que iniciamos este idilio, aquel sábado en el que nos descubrimos jóvenes y temerosos pero cargados de ilusión. No pensamos lo mismo, ni todo lo contrario. Ahora que se me agotan las líneas no me queda más que agradecerte la paciencia que tienes conmigo y que pese a todo sigas aguantándome. Aunque a veces no esté a la altura.
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