Salimos en busca del frío, de los cafés calientes, de las sopas humeantes protegidos con las bufandas. Como muñecos de nieve amanecemos en Madrid dejando la Isla con más de veinte grados y con la firme e ilusionante idea de notar el frío seco de la capital. La exageración hace que nos enfundemos de abajo arriba con varias capas de ropa. Nada de lo que esperaba llega a producirse, ni pizca de frío. Y si debajo del vestuario le metes un cocido madrileño ya tienes carburante de sobra para pasear ligero de equipaje por los madriles.
A todos nos gusta que las cosas nos salgan siempre como las hemos planeado. Es difícil ser flexible y aceptar un cambio de planes el ejemplo de un frío en Madrid tiene muy poca importancia pero la oposición al cambio se puede trasladar a muchos otros ámbitos. Por ejemplo la resistencia de las dos grandes fuerzas políticas ante la salida a la palestra pública de un partido como Podemos, o como una periodista se haya transformado en Reina. También en la búsqueda del trabajo tienes que reinventarte, salir de tu zona de confort. Volviendo al ejemplo del frío en Madrid, me provoca un cierto malhumor que no todo salga como había planeado en un principio pero después pienso que los pequeños detalles son como la vida nunca puedes planificarla sin asumir que lo más probable es que las cosas no te salgan como habías pensado. Y es que ante la adversidad que aparece con mucha frecuencia en nuestras vidas no podemos resistirnos a cambiar. Y es que es la única manera de ser fuertes y no derrumbarse haga frío o calor, salga Podemos o tengamos Reyes de los mass media. Hay que aprender a ser flexibles como el junco que evita romperse doblándose cuando sopla la tramontana.