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Sa gleva

El final de la cuota lechera y sus consecuencias

Las explotaciones lecheras españolas llevan años arrastrando la situación de ver cómo suben las costas de producción mientras las de venta se mantienen o incluso bajan

Las cuotas lecheras datan del año 1984. El próximo mes de abril, 31 años más tarde, desaparecen. Durante este tiempo, entre otras cosas, han significado que España tenía que importar 9 millones de toneladas de los socios comunitarios, solo de Francia 6 millones de toneladas, de manera que a partir de abril, la producción española podría verse favorecida por esa merma de importación comunitaria que a partir de esa fecha habrá que auto abastecer, pero puede no ser del todo así. Los 9 millones de toneladas que importamos por ley, en consecuencia por obligación, pueden seguir inundando nuestros mercados como una mera consecuencia de una mayor competitividad mercantil. Incluso podría suceder que la producción foránea asfixiara la producción de nuestros ganaderos isleños. De momento, por sus peculiares condiciones geográficas que condicionan el transporte gravemente, los lácteos de montaña, Picos de Europa por ejemplo, o insulares, caso de Balears y Canarias, y con especial incidencia Menorca, tienen unas dificultades añadidas que fuerza es que encarezcan primero los piensos y finalmente el producto obtenido, restando por ello cuota de mercado al no poder competir en igualdad de condiciones. En cualquier caso, las explotaciones lecheras españolas, en su mayoría granjas de explotación familiar, llevan años arrastrando esa situación tan destructiva de ver cómo suben las costas de producción mientras las de venta se mantienen o incluso bajan. No hay una relación comercialmente justa entre lo que cuesta producir un litro de leche y lo que luego se cobra por él. Lo que mejor define esa dramática situación es ver cómo desde 1995 han desaparecido en España 120.000 explotaciones lecheras, que se dice pronto.

Podría pensarse que gracias a la calidad, al buen nombre como producto gastronómico del queso menorquín, el aumento de la producción del mismo, podría ser la solución de la cabaña lechera menorquina. Eso sería así si los industriales que elaboran quesos no tuvieran que competir con lo que el transporte encarece su producto a la hora de ofrecer precios competitivos y además no se dieran de bruces con un mercado saturado. Quizá el ejemplo, aunque no homologable con Menorca, podría ser el asturiano. En Asturias viven casi medio millón de vacas, muy lejos de las 17.183 de la cabaña lechera menorquina (datos del mes de marzo 2014, 545 vacas menos que en el 2013). Aparte de la diferencia numérica debe de considerarse el aporte de pasto natural durante todo el año del ganado astur en contraposición del ganado menorquín que con alta frecuencia debe de acudir al grano y forraje de almacén. Dejando de lado esos datos, conviene decir que los quesos asturianos gozan de una fuerte protección administrativa, solo sea por el soporte que reciben los ganaderos en los múltiples eventos que se organizan, concursos de sus productos lácteos y ganaderos. Solo en tocante a quesos, para darnos cuenta del interés por este producto, déjenme decirles que Asturias es la región con más variedad de quesos de Europa, 42 variedades. De ellos, cuatro con denominación de origen: Gamoneu, Cabrales, Afuega i pitu y Casin, con una producción de 600.000 kilos.

Continuará…

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