Recuerdo a cierto risueño profesor que, como suele ocurrir normalmente, el primer día de curso recibía a sus alumnos explicándoles con detalle cómo iba a desarrollar el programa de su asignatura y en qué consistirían las clases. Al llegar al peliagudo tema de los exámenes afirmaba que no se lo iban a jugar todo a una sola prueba, sino que los pequeños controles diarios sobre lo explicado el día anterior también iban a contar. Era entonces cuando cogía una sillita de las que sobraban detrás de los pupitres y la ponía junto a la tarima o la mesa del profesor y decía: «Voy a colocar una silla entre ustedes y yo y esta será la silla eléctrica». Se refería a que todos los días iba a sentar a un par de alumnos en la sillita de marras para preguntarles la lección.
No sé si el viejo profesor conocería la historia de Roxana Druse, que fue la última mujer ahorcada en el estado de Nueva York. Había matado a su marido, William Druse, en la ciudad de Warren, también en el estado de Nueva York. Para ello había contado con la ayuda de su hijo, su hija y su sobrino, a quienes había amenazado si no lo hacían. En su defensa adujo que la conducta de su marido era abusiva y que había dejado de cuidar de la familia tras una discusión. La hija admitió haber ayudado a la madre en el asesinato y fue condenada a cadena perpetua. Roxana fue mandada a la horca, que entonces consistía en izar el cuerpo del condenado mediante una cuerda en lugar de dejarlo caer a través de una trampilla para que se desnucara. Lo que ocurrió fue que Roxana Druse era muy bajita y al ser izada no se le rompió el cuello y tuvo que colgar agonizante hasta que murió por asfixia. La escena fue tan perturbadora que la autoridad jurídica decidió cambiar la horca por la silla eléctrica en Nueva York.
Claro que los alumnos del viejo profesor no resultaban en ningún caso electrocutados, que es una forma de morir igual de espeluznante y que además también ha fallado algunas veces, igual que ha habido fallos con la inyección letal. Pero estoy seguro que los que se sentaban en la sillita sentían cierto grado de angustia, por mucho que se supieran la lección. Además entre el alumnado también es corriente decir me han colgado una, dos o tres asignaturas, o me las han colgado todas, las llevo todas colgadas o simplemente este profesor me ha colgado, me l'ha penjada, con lo que la referencia al ahorcamiento queda patente. Con el viejo profesor uno además podía suspender en la silla eléctrica.