Quizás Podemos debería montar un Círculo (no un circo) con Sherlock Holmes, Allan Pinkerton, la señora Marple y Hércules Poirot. Los famosos detectives podrían ayudar a descubrir si alguno de los altos cargos nombrados por el Govern de la socialista Armengol es culpable de algo que le inhabilite, como en el caso de Francisco Fernández Terrés, el histórico militante del PSOE que todavía paga las deudas de la época de Borja Carreras. Es verdad que de la parcela de Estribor o del arquitecto Vilarrubí ha quedado un tufillo en los papeles, pero de eso a una condena de culpabilidad va un mundo. Fernández Terrés no ha estado imputado por eso y por tanto no lleva colgada ninguna condena. Ahora, parece lógico, que tampoco Podemos puede imponerla. No pueden ejercer la función de juez. Para eso no han sido elegidos.
Pero sí la de políticos que cuestionan lo que ellos llamaron «casta», un término que casi ha desaparecido del vocabulario podemita. Intuyo que algunos de sus enfadados (con motivo) votantes, esperaban de ellos un revolución (pequeñita), sin guillotina pero con tijeras afiladas. Y se están quedando en una lucha interior para no parecer integrados, sino críticos. A pesar de las protestas no han conseguido impedir ni un solo nombramiento de los que ellos consideran prototipos de la «vieja política», la política que conocemos, con sus virtudes y defectos, con sus corrupciones y las grandezas individuales de personas dignas no reconocidas.
Me da la impresión, y puede que me equivoque, que Podemos está en la senda de decepcionar a sus votantes, que el corsé democrático les queda estrecho, que las dinámicas de las instituciones les absorben y que las responsabilidades de su propio cargo, donde gobiernan. les llevan a tratar y a gestionar lo mejor que pueden.
Como también antes se intentaba hacer. Ahora, con la siempre necesaria frescura de gente nueva.