La cita es de «Oráculo manual y arte de prudencia», de Baltasar Gracián: «Lo bueno, si breve, dos veces bueno; y aun lo malo, si breve, no tan malo». Baltasar Gracián fue un escritor del barroco castellano, más conocido por «El criticón», una novela filosófica de estilo conceptista muy destacada en el ámbito de la literatura española. Claro que la afirmación de Gracián tiene sus más y sus menos; Quevedo estaría muy de acuerdo con él, pero no así Góngora, que gustaba de un lenguaje exuberante y enrevesado un poco en la línea de algunos poetas actuales. Pero sobre todo creo que muchas mujeres quedarían un poco perplejas ante tanta brevedad. Ya conocen el chiste, va el hombre y se desahoga en menos que canta un gallo. Dice: «Ya está». Y la mujer: «¿Cómo que ya está?». Se conoce que la mujer aún no se había enterado, y ya se acababa la cosa, o la cosita. Pero en cambio puede que Salvador Dalí, tan barroco él en muchas de sus obras, subscribiera la cita de Gracián, pues se asegura que una vez, habiéndose comprometido a pronunciar una conferencia, anunció: «Seré tan breve, que ya he terminado». Y se largó. Yo, que soy mucho menos histriónico que Dalí, lo habría alargado un poco. Yo habría afirmado: «Diré dos cosas solamente, una: esta boca es mía, y la segunda la diré en catalán, para que no digan; dos: Pelat, vols córrer?». Y ya está; charla terminada. Incluso podría decirlo en inglés: «This mouth is mine». Para que luego no anden diciendo que no he dicho esta boca es mía. Lo de «Pelat, vols córrer?» lo dicen en mi tierra. «Ha permanecido callado todo el tiempo; no ha dit ni Pelat, vols córrer?». No sé quién era Pelat (Pelado en castellano) pero por lo visto no tenía ningunas ganas de correr.
Yo tampoco tengo ningunas ganas de hacer discursos. No me gusta hablar en público, ni hacer presentaciones o conferencias, ni siquiera para darles gusto a las viejas que suelen dormirse en primera fila, como me ocurrió una vez en el Ateneo de Barcelona, donde la vieja en cuestión roncaba de lo lindo y se la oía más que a mí. Yo creo que tendría que hacer lo que hizo Josep Maria Llompart, que colgó un letrero en su despacho que rezaba: «No faig més pròlegs». Yo pondría: «No hablo en público». Ya puestos casi no hablo ni en privado, que si hablara en público otro gallo me cantara. Porque ya se sabe que aquí la gente no lee, y por tanto no sigue lo que escribes, sino los disparates que puedas decir ante un auditorio, o si un día por casualidad sales en la tele.