Pensamos que pasan los años pero los que pasamos somos nosotros. Empezamos otro viaje alrededor del Sol sin saber lo que nos espera. Conscientes de los riesgos y oportunidades que se avecinan. Vivirlo intensamente es mucho mejor que hacerlo a la defensiva.
En este mundo consumista y superficial, la marca es lo que vende. Todo lo convertimos en producto. Se intenta difundir la marca España porque vivimos del turismo y del comercio exterior. Pero han surgido poderosas marcas que pretenden hacerle la competencia. El negocio de la «estelada» mueve millones, por ejemplo. «Podemos» es la marca de moda. Hay otras que cotizan a la baja y necesitan establecer alianzas para salir a flote. A veces, se cambia de nombre para seducir a posibles compradores. Lo que cuenta es la imagen y cómo afecta a la clientela. Lo saben los buenos publicistas y los políticos que viven de esto. Saber lo que hay detrás de la apariencia, ya es más complicado. Estamos hablando de intereses ocultos y de cuota de poder o de mercado. Decir la verdad no siempre ayuda. Las estrategias de marketing son poderosas. Hundir al rival también cuenta. Podríamos hacer números de todo esto. Cálculos de ganancias y de pérdidas. Algún economista avispado los hará, seguramente.
Saliendo de esta lógica mercantil, no todo se compra y se vende. Los productos suelen tener fecha de caducidad. Las relaciones humanas deberían ser algo más que una oferta de rebajas.