Desde mediados de los años cincuenta del siglo XX, el Ayuntamiento de la ciudad de Yonkers (Nueva York), construyó viviendas sociales para gente sin recursos –en su mayoría, afroamericanos e hispanos- en las afueras de la zona. Al poco tiempo, las comunidades de propietarios de la zona se convirtieron en un hervidero de prostitución, drogas, delincuencia, familias desestructuradas y actos de violencia policial. En esta tesitura, la National Association for the Advancement of Colored People decidió acudir en 1980 a los tribunales de Justicia alegando que el Ayuntamiento había promovido una política discriminatoria contra las clases más bajas, entre otros ámbitos, en el acceso a las escuelas públicas. Después de un tortuoso procedimiento, el juez federal Leonard B. Sand dictó una sentencia de más de 600 páginas en la que ponía en evidencia la gestión claramente discriminatoria contra las minorías. Entre otros extremos, obligó al Ayuntamiento de Yonkers a construir 200 viviendas sociales en diferentes barrios de clase media del Este en los que la mayoría de habitantes eran de raza blanca. En ese escenario, Nick Wasicsko, un político demócrata de apenas 28 años, se presentó a las elecciones municipales haciendo campaña en contra de la citada sentencia. Sin embargo, tras convertirse en el alcalde más joven de Estados Unidos, sus asesores le comentaron que el caso estaba perdido y que no merecía la pena apelar al Tribunal Supremo. Tras dicha decisión, sus electores se vieron traicionados y comenzaron a criticar ferozmente al joven alcalde hasta el punto de recibir amenazas de muerte. Todo ello provocó una insoportable tensión social. Por un lado, la mayoría blanca no quería que se construyeran las viviendas porque se devaluarían sus casas y se verían obligados a vivir con personas a las que consideraban inmersas en el mundo de la delincuencia. Por otro lado, las minorías reivindicaban sus derechos pensando que, en definitiva, se trataba de una oportunidad para iniciar de nuevo su vida en un lugar alejado de degradación. Finalmente, Nick Wasicsko aprobó el plan de las viviendas sociales pues la alternativa era la bancarrota y el despido de más de 630 funcionarios debido a las multas impuestas por el Tribunal que superaban el millón de dólares. Aquello tuvo un coste político pues en 1989 perdió las elecciones. Años más tarde, tras ningunearle sus compañeros de partido y sin que nadie reconociera su difícil labor, decidió quitarse la vida en 1993 de un disparo en el cementerio de Oakland mientras miraba la tumba de su padre.
La historia de Nick Wasicsko –recientemente adaptaba a la pequeña pantalla en la serie «Show me a Hero»- demuestra lo difícil que resulta en ocasiones tomar decisiones en la política y, sobre todo, hacer comprender a la ciudadanía de su necesidad. En efecto, el joven alcalde se encontró entre la espada y la pared. Por un lado, tenía el compromiso con sus votantes de hacer todo lo que fuera posible para impedir la construcción de las viviendas. Y, por otro, debía acatar el mandato del Tribunal pues, en caso contrario estaría olvidando uno de los principios básicos del Estado de derecho. En este difícil escenario, la sociedad de Yonkers vivió una auténtica guerra impulsada, básicamente, por el miedo y el desconocimiento del otro. La mayoría blanca consideraba que todos los habitantes de las viviendas sociales iban a ser delincuentes, gente sin escrúpulos que no tenía la más mínima educación y respeto por los demás. Y, por otro lado, la minoría afroamericana e hispana también temía a sus vecinos porque consideraban que siempre les iban a despreciar y a tratar como a seres inferiores que no compartían su estilo de vida. Para superar estas diferencias, se pusieron en marcha asociaciones en las que ambos bandos podían expresar sus puntos de vista. Se trataba, en definitiva, de comprender que las minorías también formaban parte de la sociedad de Yonkers y que las viviendas sociales constituían un sueño para iniciar una nueva vida. A pesar del tenso enfrentamiento, lo cierto es que, tras la ocupación de las viviendas, se produjeron muy pocos conflictos entre los vecinos.
La política, en muchas ocasiones, es el arte del funámbulo que quiere llevar adelante sus proyectos sobre una cuerda floja. Nick Wasicsko es un buen ejemplo de ello. A pesar de su altura política, los electores le dieron la espalda. Sin embargo, ello no desmerece su valentía pues realmente lo difícil no es acceder al poder, sino explicar de manera adecuada las decisiones que se adoptan cuando se tiene responsabilidad de gobierno. Ya lo decía Winston Churchill: «El político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene; y de explicar después por qué fue que no ocurrió lo que él predijo».