Una de las inconmensurables estructuras que Dios creó con su infinito poder e imaginación fue la de los signos zodiacales...¿Escépticos?...Yo lo era, como ustedes, hasta que sobrevinieron, uno tras otro, dos hechos prodigiosos.
Muchos años atrás, en Estados Unidos, sesteaba, meditabundo, en la terraza de un bar, cuando una joven desconocida me soltó:
-¿Estás pensativo Aries?
Aún recuerdo mi asombro. De todos modos, como cualquier profano del asunto, dí el acierto como consecuencia del azar.
Algunos días más tarde en una reunión social un individuo profetizaba a cada uno de los presentes, escrutando su semblante, el signo zodiacal, con una seguridad pasmosa. Cuando fijó su vista en mi rostro anunció impasible: Aries. No me impresionó que lo acertara, sino que lo supiera...¡Sí, por su insultante seguridad, lo sabía! ¿Y como co... lo sabía?! Porque no se trataba de uno de tantos trucos que encubre un ilusionista. No estaba en el circo ni en un teatro...Ni poseyó nunca mi carnet de identidad. El sabía indiscutiblemente, pero indiscutiblemente, lo que llevaba entre manos. Y no era cualquier cosa, no. Se trataba de algunos de los planos técnicos del hombre concebidos por Dios en la creación...Aquel individuo estaba, en verdad, asentado en el mismísimo pináculo del Universo.
Me explicaría luego que -por su mezcolanza con otras estructuras-, difícilmente se puede desvelar el signo zodiacal de una persona por su carácter, sus acciones o su naturaleza,...sino que solo, se puede, con certeza, sonsacando un estigma común, que tienen todos ellos, en su fisonomía. Lo mismo que se puede atisbar a una persona judía por pinceladas comunes, intrínsecas y étnicas, constatadas.
Decidí hacer una prueba, me centré en rostros de mujeres de signo Leo.
Tras veinte de ellos escrutados, había conseguido vislumbrar estrellitas comunes. Me estaba acercando a la verdad. La esencia celestial aparecía entre los rasgos con vaporosa claridad.
Una tarde entró una pareja cincuentona en un establecimiento, donde me encontraba. En el rostro de ella rezumaban estrellitas de agosto. Estuve observándola detenidamente para cerciorarme. Sí, ciertamente, se trataba de una señora de signo Leo.
«¿Se lo pregunto?...Vale, pero, tanto si es Leo como si no lo es, abandono ya este comecocos metafísico...pa-ra si-em-pre.» me dije.
Me levanté y tras pedirle permiso, le solté la pregunta de marras.
-Señora, ¿me podría decir su signo zodiacal?
-Leo.
«Cristo bendito...es cierto» rumié, transido.
Pero, ¿qué es lo cierto?...Cuando los horóscopos vaticinan salud y resulta que nos tritura la gripe, que pasa, eh, ¿qué es en realidad lo cierto?...
La semana próxima...