Parece que a Menorca le van a saltar las costuras. Aunque dicen que no es para tanto comparado con Mallorca y Eivissa. El territorio no crece, y la presión humana del turismo masivo hace que, en algunos momentos, uno piense que se va a caer por algún acantilado de la Isla empujado por codos anónimos que se hacen sitio como un pívot en la zona de una cancha de baloncesto.
Durante el mes de agosto se hacen virales las fotos de playas abarrotadas y carreteras colapsadas. Y cada mes de agosto aprovechan esas fotos los demagogos del asfalto y el hormigón para exigir mega infraestructuras súper chahis chulis con rotondas, puentes colgantes, túneles y pasos a nivel galácticos. A la vez que critican con sorna, e inquina, a todos aquellos que se oponen a que se tape la tierra con toneladas de hormigón, acusándoles de ecologistas trasnochados, de ir en contra de la modernidad, y de generar desempleo a espuertas. Flipando en verano con los liberales y su discurso cansino de capitalismo salvaje caiga quien caiga. No han aprendido una mierda de todo lo que ha pasado, o tal vez sí: nosotros vamos como locos ganando pasta y si la cosa se tuerce le pedimos dinero público al gobierno títere y tira millas. Se podría decir que ejercen un liberalismo subvencionado, como les fastidia esta palabra.
El otro día visitamos cala Rafalet con unos amigos. Ya saben los que viven en Menorca que es un rincón paradisiaco de nuestra Isla al que se llega tras un breve paseo por un bello bosque. Al llegar la imagen no era la del mes de mayo, como es lógico. La cala estaba literalmente petada de gente, todos de pie, como pingüinos, buscando algún rincón donde sentarse, o alguna roca fácil para bajar a darse un baño.
En un momento determinado un grupo de cinco chicos calvos volvían de nadar dirección a la mini playa, a la vez que un grupo de cuatro barbudos, al estilo hipster, salían nadando hacia alta mar. El encuentro, dado el ancho del sitio, era inevitable, y aquello fue un derroche de habilidad y artes acuáticas, para no chocar de frente los unos contra los otros, un auténtico combate de calvos contra barbudos, Pasaron milagrosamente rozando codos y caderas, pero no rompieron formación y salvaron la situación. La cantidad de crema solar que brillaba en sus cuerpos ayudó, sin duda alguna, al deslizamiento. Fue como un pequeño número de natación sincronizada pero interpretado por remeros del Volga.
Esa imagen contemplada por los señores de las teorías económicas basadas en los apartamentos hormigueros, los chalets adosados y los campos de golf, hubiera creado auténticos monstruos de la imaginación. Ya verían en sus mentes cuadriculadas una rotonda en mitad de cala Rafalet que hiciera el tráfico de calvos y barbudos más fluido, Construyendo sobre el acantilado servicios complementarios como el gran restaurante resort Can Rafalet de Sa Roca y unas mansiones unifamiliares con bajada privada a la cala y vistas exclusivas al Mediterráneo. Por no hablar de una autopista de doble dirección que atravesara el bosque con un parking subterráneo para acceder al lugar. Con un par.
Eso sí, queridos lectores, para promocionar la zona harían un montón de fotos del sitio antes de empezar las obras. Fotos que llenarían los folletos de viaje, produciendo en el turista cuando llega al destino el típico: «Donde puñetas habrán tomado estas fotos que yo no veo la playa virgen por ningún lado». ¡Ay, por dios! la de pasta que estamos perdiendo, perdón… que están perdiendo. Feliz verano.