En los últimos años ha habido un fuerte movimiento de los ciudadanos españoles para pedir mayor democracia en los partidos clásicos y mayor transparencia que elimine la corrupción existente. El grito «no nos representan» es uno de los que se ha oído con más frecuencia por las calles. La irrupción de dos nuevos partidos rompiendo el bipartidismo existente ha sido una manifestación del enfado y del hartazgo de la ciudadanía.
No parece que estas protestas tuvieron mucho impacto en el pensar de los dos partidos clásicos ni que en principio vieran la necesidad de cambiar. Si se hicieron cambios cosméticos en el PP, ahora vemos caras más jóvenes entre portavoces y vicepresidentes. Tan jóvenes son algunos de ellos que estaban en COU cuando empezó lo de la Gürtel. Pero en la estructura del partido siguen todos los que estaban cuando se inició la Gürtel y sus políticas no han cambiado.
En el PSOE pareció que había más voluntad de reforma con la elección por la militancia de Pedro Sánchez a secretario general del partido y al tomar una actitud de menos compromiso con el otro partido. Pero como hemos visto en las últimas semanas, todo eso se ha desvanecido. Con un motín chapucero y sin mucho sentido, parte de la vieja guardia del partido se cargó al secretario general y con él las esperanzas de reforma en el partido.
El momento y los motivos del motín demuestran en primer lugar el terror que tienen esos miembros de la vieja guardia a enfrentarse con los electores y con los militantes. No quieren terceras elecciones porque saben que perderían votos y que ahora después del motín perderían muchos más. Esta consecuencia obvia de sus acciones los pone totalmente en las manos de Rajoy, que sabe que solo tiene que mencionar la palabra elecciones para que le concedan todo lo que él quiera.
Naturalmente el motín también ha causado una seria fractura en el partido que tardará en solucionarse. Curiosamente, todos los que dan golpes de estado inmediatamente exigen del pueblo que obedezcan al orden establecido. También los organizadores del motín ahora piden que se siga la disciplina del partido. ¿No se dan cuenta de lo ridículo que suena en sus labios esta petición? Pero claro, como ellos siempre tienen la razón, ¿quién puede negarse? Todas estas actitudes solo ahondan la fractura e indignan más a militantes y votantes.
Además, según el artículo 79 de la Constitución, el voto de los diputados «es personal e indelegable», pero curiosamente los partidos que se autodenominan constitucionalistas imponen multas a los diputados que no votan según la disciplina del partido. A lo mejor los constitucionalistas deberían tener en cuenta la Constitución en esta cuestión.
El motín ha dado un giro conservador al PSOE. El ser conservador no es una posición ideológica, es una postura que pueden tomar fácilmente quienes tengan algo que conservar y que eso les importe más que cualquier otra cosa en la vida. En todo eso vemos que tanto en el PP como en el PSOE muchos de los que tienen sillones son profundamente conservadores. Al final por muchas llamadas que hagan al bien de la Patria y al sentido de responsabilidad, lo único que hay es una pasión por seguir en los sillones.
Estamos ante un increíble espectáculo por parte de políticos de todo el mundo. En Estados Unidos tenemos a Donald Trump y todo el montaje electoral a su alrededor, en Inglaterra a los que condujeron al país al brexit, en España los que han mostrado una incapacidad total de pactar y han adoptado múltiples posturas ridículas alrededor de la formación gobierno. Como todo es espectáculo, se podría crear un premio Oscar al político más estúpido. Claro que en este caso tendremos un terrible trabajo para decidir. Nos lo han puesto muy difícil, ciertamente no me atrevo a pronosticar el ganador del Oscar de este año.