A mí el disfraz de enfermera sexy me queda feten. Y el de camarera sexy. Y el de princesa sexy... En realidad, cualquier disfraz que conlleve el adjetivo 'sexy' me queda de lujo. Como lo lees, la genética me ha regalado un cuerpo serrano que me permite lucir de forma soberana cualquier prenda que deje poco a la imaginación. Me queda de escándalo. Escandalosamente ridículo, claro.
Hace unos días que Twitter anda revolucionado -para variar- aunque en este caso la ira no solamente se la queda Donald Trump. Ahora, con el Carnaval a la vuelta de la esquina, los disfraces y las propuestas que hacen algunas empresas han molestado, y con razón, a muchos usuarios.
Éstos denuncian que se hagan diseños que puedan vulnerar el desarrollo de los menores con propuestas sexistas, especialmente para ellas. En este caso condicionar los vestidos que representan algunas profesiones con propuestas más ceñidas, cortas o que directamente se alejan a la realidad, supone un paso atrás en la concienciación social.
Que desde pequeños, ellos y ellas, aprendan o normalicen el hecho de que para ser doctora, policía o bombera tengan que lucir vestidos más pensados en destacar atributos que en la propia comodidad que requieren las profesiones y que están a años luz de la realidad es un puñetazo a la lucha constante que mantenemos muchos por la igualdad entre mujeres y hombres, así como una falta de respeto hacia las profesiones que se denigran. Cuando uno es adulto, se ha formado y siendo consciente de la realidad opta por disfrazarse de un modo u otro, allá él.
No se puede obviar que el Carnaval tiene un componente cómico y humorístico que debe marcar el ambiente de una fiesta que nos permite vivir otras vidas durante un rato. Por eso si me disfrazo de bombera sexy, aunque el resultado sea lamentable a la vista de cualquiera, se debe entender como una broma.
Debemos esforzarnos para que los más pequeños no reciban mensajes que no ayudan. A eso se le llama empezar a trabajar hoy para el mañana.