Los populismos triunfan porque nos mola mucho que nos den respuestas sencillas a problemas que son muy complejos. Si estamos preocupados por el tema del paro y alguien nos suelta que si hay tras millones de parados y tres millones de inmigrantes, expulsando a los extranjeros ya tendremos trabajo todos, enseguida decimos, que fácil ves, yo no soy racista ni xenófobo, pero primero los de casa, faltaría. Y con este planteamiento tan ramplón, falaz y maniqueo se ganan elecciones en Estados Unidos, y quizás en Francia, cuando queda poco para que los vecinos voten, las encuestas sitúan a la extrema derecha a la cabeza.
Y me llama la atención este gusto que tenemos porque nos infantilicen el discurso para solucionar problemas generales, porque cuando tenemos un problema personal y alguien nos da algún consejo diciéndonos que no es tan grave, ni tan complicado, saltamos como gatos ofendidos para replicar que no es tan fácil como parece, que lo nuestro sí que es complejo y delicado y no lo que le pasa al resto del mundo. Paradojas veremos
Vamos por la vida con nuestra mochila y gritando: bastante tengo yo con lo mío que es superchungo y difícil de solucionar, de modo que si quieres mi atención, llámalo también mi voto, resúmemelo todo mucho, masticadito y sin demasiadas frases subordinadas, porque como te enredes rollo ladrillo te voy a mandar al carajo con la misma velocidad que un juez indulta a una infanta.
Nuestro presi, entre puro y puro, lo tiene muy claro. Con cuatro frases que incluyan los hombres de bien, el sentido común, es lo que tengo que hacer, y mire usted, cumpliré con mi obligación, lo tiene todo cubierto y le va de lujo. Y las pocas veces, por lo contundente del caso, que esta estrategia no funciona, da la callada por respuesta y a esperar que amaine. Podríamos decir que es el rey del Perogrullo, o dicho de otra manera, como le gusta a él, lo que es así es así y no puede ser de otra forma.
Claro, este gusto por lo simple hace que una y otra vez nos demos cabezazos contra lo mismo, Porque lo simple empobrece un montón. Seguimos fabricando viejas recetas para eternos problemas, y abandonamos en un rincón a la imaginación. El artista Escher, el de las escaleras imposibles y los planos retorcidos, dijo que «solo los que intentan lo absurdo, logran lo imposible». Y no estoy hablando, queridos lectores, de hacer una obra con la cinta de Moebius como el genial artista, o de que todos debamos estar continuamente apretando nuestra mente para parir complejas obras o planteamiento virtuosos, porque los que van siempre de intensitos también cansan. Hablo sencillamente de darle un par de vueltas a las cosas, y ejercer un poquito la empatía.
Puede que con más consenso, con más debate, con menos arrogancia y prepotencia, temas que nos afectan a los menorquines como la carretera general, el transporte aéreo, la defensa de nuestra condición de Reserva de la Biosfera, el enfoque que se le da a la industria del turismo para encontrar el equilibrio entre negocio y respeto al medio ambiente y a la belleza natural de nuestra Isla, por citar solo unos pocos ejemplos, estarían menos enquistados, o al menos serían puntos para el debate y no para la confrontación.
Porque Menorca es de todos, y no se trata de ganar para expulsar a los que pierdan, se trata de compartir la Isla y convivir en la mejor armonía. Parece simple ¿verdad?, pues les aseguro, queridos lectores, que es la mar de complicado. Feliz jueves.