Indalecio Mateu, el Che, fue un sindicalista luchador, combativo en todos los temas, incluso en los que no tenía razón. Su hija Ruth Mateu, consellera por sustitución de Esperança Camps, ha dimitido sin casi quejarse, aceptando la exigencia de la presidenta Armengol. Otra cosa es la representación que ha organizado Més a su alrededor, pero Mateu ha sido consecuente con su compromiso de impulsar la transparencia, una palabra que se dice mucho y se practica poco. El código ético aprobado por este Govern no admite dudas: Ruth Mateu debía dimitir. Su Conselleria cometió el error de adjudicar un estudio sobre «Hábitos de consumo cultural» al jefe de la campaña electoral de Més per Mallorca. Ydividió ese contrato de 43.000 euros en dos partes para poder adjudicarlo sin concurso. Estas operaciones matemáticas, que han realizado tanto la izquierda como la derecha, para firmar contratos de forma más rápida y a veces con personas próximas, no se llevan a cabo por accidente. Hay voluntad.
El encargo de estudios, a menudo de dudoso o nulo interés. merece siempre una vigilancia especial. Además hay que informar de los resultados, tanto si el objeto del estudio son los tomates como la Orquestra Filharmònica.
Es un fallo de transparencia que además afecta a la consellera que gestiona lo que esconde, cuando debería prestar más atención a tantas cosas que carecen de esta virtud, como, por ejemplo, las listas de espera en la sanidad pública. Es curioso cómo la presunción de que se atiende cada día antes a los pacientes contrasta con lo que te explica la gente por la calle. ¿Quién no ha sufrido una demora excesiva para una operación o la consulta de un especialista? O para una prueba de diagnóstico, cuya lista de espera se ha excluido del último informe. Sin detallar las esperas por cada especialidad. Los listos a veces creen que los ciudadanos son tontos.