A ver si volviendo a los orígenes, aunque nos llamen populistas, nos centramos un poquito, ser político debería ser muy difícil. En teoría tienes que abandonar tu profesión, tu ritmo de vida, dedicarle menos horas a tu familia y a tus amigos, dejar tu anonimato y exponerte a las críticas más duras por parte de tus conciudadanos.
Además de todo eso tienes que estar el día entero midiendo las palabras para no cagarla, intentando convencer a tus votantes para que te sigan votando y a los que no te votaron para que lo hagan, y al mismo tiempo desnudar tus cuentas para demostrar que no te estás enriqueciendo. Tienes que pasarte todos los fines de semanas de acto en acto, dando la mano a muchos a los que no tocarías ni con un palo, y acostándote con el diablo para intentar que algunos fines justifiquen algunos medios. Vamos, que dedicarse a eso que llaman lo público debería ser más duro que ser mujer e ir al programa de Pablo Motos, que le pregunten a la cantante Anastacia el baboso machismo que tuvo que aguantar.
Ahora díganme ustedes, queridos lectores, ¿cuántos políticos de estos conocen? Alguno habrá seguro, algún alcalde o concejal que está deseando que se acabe la legislatura para recuperar su vida, y que maldice cada día el momento en que decidió meterse en política, por un principio romántico, para comprobar enseguida que es un nido de alacranes donde solo hay rivales que intentan medrar para alcanzar nómina y poder, es una especie de Juego de Tronos, pero sin dragones y mucho más cutre.
Porque la mayoría de políticos que conocemos viven de lujo, y son más ricos ahora que cuando entraron en política. La mayoría de políticos que conocemos son profesionales de la política y no tienen oficio ni beneficio fuera de ella. La mayoría de políticos que conocemos se agarran a las sillas de poder y no las sueltan ni con agua hirviendo, como a ellos no les disparan balas de goma cuando arruinan al pueblo con su pésima gestión, pues mucho miedo no pasan. La mayoría de políticos que conocemos son mediocres, porque el propio funcionamiento de los partidos expulsa al brillante de sus filas, y aúpa al pelota y al gris en ese sistema terrible de listas cerradas, donde el que se mueve no sale en la foto, que decía el gran demócrata, y socialista por los cohones, don Alfonso Guerra, el mismo que ahora pide tanques para Catalunya, vaya nivel.
Y súmale a todo este rollo patatero que hay cientos de políticos imputados por corrupción. De palabra, u omisión, muchos más son corresponsables de lo que pasa. Fijémonos en los tres ex presidentes del gobierno, dos de ellos currando para grandes eléctricas y pidiendo mano dura en todos los temas que afectan al pueblo, dan entre miedito y repelús. Más allá de las abdominales y las canas miras a uno y a otro, cuando están en la cubierta del yate, y no los distingues. Y el tercero, ¡que pereza!, una lumbrera que negó la crisis guión estafa hasta que nos reventó en la cara. Del presi actual que decir que ustedes no sepan, honrado, gran comunicador, dialogante, poliglota, y resolutivo con los problemas del pueblo, las malas lenguas dicen que es un vago de campeonato y todo lo arregla fumándose un purito y leyendo el «Marca», unos peligrosos antisistema.
Visto el percal creo que, como dijo Bernard Baruch, deberíamos votar al político que menos cosas prometa, porque es el que menos nos va a decepcionar. Feliz jueves para todos, incluso para los que se pasan el día envueltos en las banderas fabricadas en China.