Vamos, sin miedo, que levante la mano todo aquel que se sienta balear. Intuyo poquitos, o ningún, brazo en alto. Si alguien en el centro de Maó, o Ciutadella, grita a pleno pulmón: «Balear, que eres un balear», no se gira ni el gato. Porque a diferencia de nuestros amigos los canarios que si que tienen un sentimiento de archipiélago, se pueden sentir perfectamente tinerfeños y canarios, nosotros nos sentimos de nuestra isla, y después cada uno de su padre o su madre. Ni de coña voy a entrar en lo de los trapitos de colores que me tiene más saturado que los pómulos de la 'compiyogui' después del penúltimo chute de ácido hialunórico.
Pues hoy, 1 de marzo, se celebra el Dia de les Illes Balears, en conmemoración a la fecha en que se aprobó en el BOE el Estatuto de Autonomía, otro día de fiesta con posible puente para el que pueda permitírselo, perfecto. Unos cuantos actos oficiales por aquí, unos cuantos discursos huecos por allá, y ya tenemos un precioso día en las Illes Balears.
Eso sí, la central térmica de Endesa seguirá tirando millones de porquerías a nuestra atmósfera menorquina por su problemilla con las renovables y esas cosas, sin dejar de subir el recibo, solo faltaría. El transporte aéreo seguirá tan deficitario y chungo como cada año, no olvidemos que la gran mejora aérea, el descuento del 75 por ciento con los vuelos a Palma, lo hemos conseguido de rebote gracias a un político canario. Volar entre Eivissa y Menorca sigue siendo más difícil, y caro, que volar entre Barcelona y Ginebra, por poner un ejemplo.
Seguimos pagando la gasolina más cara de todo el país, nos han visto la cara de bobos a los pobrecitos isleños. El campo se sigue despoblando porque ser payés se ha convertido en un acto de heroicidad absoluta. Somos más dependientes del turismo que nunca, sí, queridos lectores, isla para servir y para lo que usted mande. Hemos mandado los ms elementales principios de la economía a hacer puñetas, y ya hace años que decidimos poner todos los huevos en la misma cesta.
Seguimos teniendo políticos no menos serviles, que tiran de patriotismo isleño en el discurso hacia dentro, pero que se bajan los pantalones a las primeras de cambio cuando su partido les dice lo que tienen que votar y a quien le tienen que dar un masaje en los pies. El sueldo de lo público es goloso y corrompe almas con suma facilidad. Oh sí, mi Menorca, como la amo, la llevo en mi corazón, pero si tengo que optar entre ella y el partido que me da de comer de lujo, no hay duda corazones, luego ya lo disfrazaré de responsabilidad política y mierdas vacías del estilo.
No nos engañemos, es una cuestión de peso. Los menorquines somos alrededor de unos 90 mil, solo en Palma viven más de 400 mil almas, ya ven, es muy fácil hacer los cálculos de donde están los votos que necesitan. Y si vamos a la capital del reino, estamos a millones de votos de distancia. Mucho ruido tenemos que hacer para que se nos oiga.
Los menorquines seguiremos sufriendo los agravios de la doble insularidad hasta que entendamos que calladitos no estamos más guapos. Lo ideal sería consensuar los temas básicos y salir más allá de nuestras costas a defenderlos como si no hubiera un mañana y con una sola voz. Pero mucho me temo que estamos más que lejos de conseguirlo. Todo se pudre con los intereses partidistas y a los politiquillos les cuesta más conjugar consensuar que dimitir, que ya es decir. Feliz jueves, y aprovechen la fiesta, ya que está, los que puedan.