La versión de Podemos en Italia, el Movimiento Cinco Estrellas (M5S) ha sido la fuerza más votada en las elecciones del domingo. El ganador real será el que logre gobernar y parece que la derecha está más cerca, porque la Liga (que antes era Norte y ahora es 'transversal') y Forza Italia, el partido del incombustible y acartonado Berlusconi, suman más votos y escaños. En cualquier caso, el panorama italiano, tradicionalmente complejo, ha subido un peldaño más y el bipartidismo, que nunca estuvo consolidado, ha perdido definitivamente las tendencias centristas en favor de los extremos.
Es lo contrario de lo que ocurrió en Francia y en Alemania, donde la Unión Europea había logrado contener el resuello tras el Brexit y los avances de las fuerzas euroescépticas en varios países. Ahora, las elecciones italianas vuelven a acelerar la taquicardia europea.
¿Qué conclusión obtenemos de los procesos electorales de las tres primeras economías de la Unión? La primera es que la cohesión política no existe, cada país es un mundo dentro de la UE. La segunda es que ganan peso las opciones xenófobas y las antieuropeístas, que en el caso de Italia representan la Liga y el M5S, que juntos suman el 50 por ciento de los votos.
Y la tercera, hay hartazgo. El personal se ha cansado de estructuras dominantes y apuesta por nuevas aventuras que tienen en común el rechazo a lo conocido y el abrazo al populismo envuelto en papel de celofán. Podemos se levantó desde un grito contra la casta y el «no nos representan», su versión italiana nació con un mensaje más directo, «que se vayan a tomar por culo». El espejo de Grecia, donde ganó esa apuesta, la de votar con el estómago como alguien lo ha llamado, no devuelve una imagen solvente, ni todo es distinto ni en absoluto mejor, los antisistema acaban siendo engullidos por el poderoso sistema.